Uno de los problemas que el desenlace del fenómeno del Niño ha puesto en evidencia es la gestión vinculada a las riberas de los ríos: resulta que en muchísimas veces los cauces de los ríos que discurren por nuestro país sirven también como límites naturales que separan a un territorio administrativo de otro: distritos, provincias y regiones quedan delimitados por las líneas que los ríos trazan en nuestra geografía. Eso no tiene nada de malo; sin embargo, un problema aparece cuando no hay una autoridad capaz de administrar el río.Sucede que muchísimas de las quejas de vecinos y autoridades tienen que ver con que el río que los afecta fue intervenido por la autoridad o por la población de la ribera opuesta. Muchos ríos han visto su cauce afectado por la construcción de defensas ribereñas en solo uno de sus lados. Estas construcciones, naturalmente, no solo protegen a quien las hizo, sino que desvían el agua hacia el extremo menos protegido. Así, los refuerzos de un lado generan un estímulo para que el agua ataque con más ímpetu al lado contrario.La situación tiene que resolverse. Si tenemos en cuenta que las quebradas y ríos que se han convertido en amenazas por el incremento de las aguas volverán a hacerlo ciertamente es necesario que el Estado resuelva, administrativamente, que los ríos deben ser gestionados por una autoridad cuya jurisdicción no sea vea determinada solo por una ribera, sino entendiendo que el río es un punto geográficamente más complejo que lo que hemos hasta ahora asumido. Las premisas para sustentar este cambio en la ley están en las noticias.Cierto es que muchas autoridades no han hecho su trabajo. Algunas –no obstante– no han tenido cómo hacerlo. ❧