En medio de la tragedia que enluta a nuestro país la PUCP celebra –a pesar del pudor que ese verbo suscita en estos días– sus 100 primeros años. Intentar abarcar la trascendencia que este siglo ha tenido en el Perú es una tarea que excede, por lejos, a las posibilidades de esta nota. No podía, sin embargo, dejar de unirme –con la austeridad del caso– a la satisfacción inmensa que este centenario genera en los miles de peruanos y peruanas que nos hemos formado en la Católica.Cada vez que intento destilar en una frase por qué es que la PUCP es tan importante para el Perú recuerdo algo que varios profesores me dijeron durante los años que pasé en Letras y en los que luego pasé en la Facultad de Derecho: el rol de la Católica es intentar pensar al Perú. Por más que el cumplimiento de esa misión resulte casi imposible, el solo hecho de emprender ese esfuerzo ya enmarca a la Universidad en una relevancia que se confirma con este aniversario.En la PUCP hay tantas maneras de entender a nuestro país como personas que la integran. No he conocido en el Perú un espacio con más pluralidad en donde, al mismo tiempo, se cultive la tolerancia con tanto ahínco. La huella indeleble que esos años de debate, pensamiento y formación dejan en quienes tenemos la suerte de haber pasado por la Católica se traduce, todos los días, en miles de caminos que se recorren hacia el país que cada quien sueña con tener. Libres y distintos.Ojalá que en estos días de tragedia el Perú tome prestado el lema de la PUCP, que el futuro dependerá solo de nosotros: y la luz brilló en las tinieblas.❧