Laura Alcoba: “No juzgo si mis padres se equivocaron”
La infancia de la escritora franco-argentina, cuyos padres fueron revolucionarios, es de ficción. Todo ello ha volcado a sus libros. Estuvo invitada en el Hay Festival de Arequipa.
Laura Alcoba es una escritora franco-argentina nacida en Cuba circunstancialmente. Sus padres eran revolucionarios, guerrilleros que irrumpieron en Argentina durante la dictadura militar. Partieron a La Habana para adoctrinarse y recibir instrucción militar. La pareja retornó al país sudamericano cuando Laura tenía apenas dos meses de vida.
Se establecieron en La Plata. Ahí vivieron clandestinos en una casa donde estaba instalada una imprenta que imprimía un periódico llamado Evita Montonera. Dentro de esa vivienda, que tenía como fachada un corral de conejos, había intensa actividad política. Por eso su libro se llama La casa de los conejos.
A pesar de haber nacido en La Habana, a ella la inscriben como argentina con la declaración falsa de una partera. Su padre fue apresado y, para no caer en manos de la dictadura argentina, la madre parte al exilio en Francia. Laura se quedó en La Plata hasta los diez años; luego partiría a al Viejo Continente para unirse con su madre.
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“Me adapté como pude, obedecía las órdenes, que eran callar, no decir tal cosa. Por ejemplo, no podía decir que había nacido en Cuba”, cuenta Laura Alcoba.
La comunicación con su padre era puntual por cartas en clave o se ponían de acuerdo para leer el mismo libro.
Esta experiencia personal le ha servido para hacer literatura. Esas historias han impactado a sus lectores. Una de ellas, Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura 2022, quien le envió una carta a propósito de su novela A través del bosque. Todas estas historias la escritora franco-argentina las desgranó durante sus charlas en el Hay Festival de Arequipa.
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-¿De niña era consciente de la gravedad de la situación con su madre en Francia y su padre en la cárcel?
-Vivimos en la clandestinidad después de la detención de mi padre. Sabía todo lo que no podía decir una vez que pasaba el umbral de la casa. La extrañeza de todo eso la entendí después, cuando me fui de Argentina a Francia y cuando viví con niños con quienes no podía compartir todo aquello que era tan extraño. En el momento de la dictadura en Argentina me sentía como un soldadito, tenía que estar a la altura de la situación. Los niños son como una masa blanda y se adaptan a lo que sea. Luego, eso deja huellas profundas, y en mi caso fue el silencio. Hubo una relación complicada con el lenguaje. Creo que por eso escribo en francés.
-¿Se siente cubana, argentina o francesa?
-(Ríe) Cubana no, mis padres se fueron cuando yo tenía dos meses, no tengo recuerdos cubanos, tal vez inconscientes. Sabemos que los niños pequeños se impregnan de sensaciones, de música, de olores, pero no son recuerdos conscientes.
-Pero ¿volvió a La Habana?
-Quise ver el lugar en que había nacido. Mi libro Los pasajeros del Anna C. reconstruye el itinerario de mis padres en Cuba. Me siento argentina y francesa por el idioma que para mí es tan importante y al mismo tiempo tengo conciencia de conectarme cada vez que escribo con la infancia que está grabada en mí en castellano, absolutamente. Me siento como un puente, diría entre lo que puede ser mi identidad argentina y francesa, yendo y viniendo entre esos dos espacios.
-¿Les preguntó a sus padres por esa experiencia revolucionaria?
-No quería entrar en el lugar de juzgar si se habían equivocado o no. Tampoco ensalzar algo. Ni tener un discurso heroico. Empecé a escribir de lo que nacía en esa voz infantil. Fue una liberación aceptar ese punto de vista infantil. Alguien que sabe y que no sabe del todo, La casa de los conejos, El azul de las abejas y La danza de la araña. Luego, en este último libro que se tradujo al español, que no es mi último libro, A través del bosque, el cual está basado en una historia trágica, un caso real; también, subrayo, el punto de vista infantil que es esencial.
-Le preguntaron por qué escribe sobre conejos, las arañas... Da la impresión de que su literatura es ecologista.
-Sí, primero sabemos que los animales son muy importantes en el imaginario infantil. Estos animales, el bosque también, en mi última novela tienen que ver con el imaginario infantil, pero también, por supuesto, tienen un valor simbólico y poético en los diferentes libros. Hay una gran fuerza del imaginario infantil y de los elementos de la naturaleza que se encuentran, digamos, de manera diferente, en los libros.
Uno de los libros más representativos de la escritora. Foto: difusión
-Cuando habla de escribir con el punto de vista infantil, me hace recordar mucho a una novela de Alfredo Bryce, Un mundo para Julius, que también adopta ese punto de vista.
-El punto de vista infantil es universal. Hay algunas temáticas universales, la infancia, el amor, sea cual fuere la historia que uno va contando. La casa de los conejos fue traducida a varios idiomas, la encontré en Sarajevo, Argelia, en Túnez, en Alemania, que son países distantes y diferentes. En muchos lugares donde no se sabía nada de la historia argentina. Y, sin embargo, la gente se identificaba con esa niña. Tenían la impresión de entenderla y de seguir lo que vivía, porque ellos también eran niños.
Argentina en el corazón
-¿Cuál es la conexión emocional que tiene con Argentina teniendo en cuenta que estratégicamente toda su vida ha vivido en Francia? ¿Mantiene el dejo como marca registrada?
-Tengo un acento como congelado en el pasado, en mi infancia. Y a pesar de que voy mucho a España, siempre mantengo ese acento argentino bien marcado, que no se me va y que dice de mi apego a Argentina.
-¿Usted, cómo ve eso, desde la lejanía? ¿Lo ve con apasionamiento? Sartre decía que había que ser un escritor comprometido.
-Sigo todo esto con mucho interés. Lamentablemente, no pude votar en estas elecciones. Nunca voté en Argentina, llegué a Francia con 10 años, tengo nacionalidad francesa. Últimamente, hice mis papeles argentinos. Hubiese podido votar por primera vez en mi vida y hubiese querido estar en esta circunstancia, pero no hice el trámite a tiempo para poder estar en los registros electorales. La perspectiva de una victoria de Milei me duele, me preocupa mucho. Mi compromiso nunca fue militante.
-¿A pesar de que sus padres tuvieron una extremada militancia política?
-Sí, tal vez por eso tengo como una especie de distancia personal a la política, pero como observadora y como ciudadana sí, me siento involucrada y, en este caso, sumamente preocupada. El tema de los derechos humanos es el que en realidad me toca, por supuesto.
-Su esposo y sus hijos son franceses. ¿Por quiénes hincharon en la final del Mundial entre Argentina y Francia?
-Debo reconocer que hincharon a favor de Argentina. Mis hijos se sienten franceses, pero también argentinos.
-¿Es amiga de la premio Nobel de Literatura Annie Ernaux?
-No puedo decir que seamos amigas cercanas. Para mí era un modelo, alguien que leía. Ella me envió una carta de lectora diciéndome su admiración hacia mi último libro. Intercambiamos una serie de cartas, me sorprendió muchísimo su gran humildad, una mujer que no me necesita en absoluto y que de repente toma un bolígrafo y me escribe una carta increíble, qué generosidad. Es una persona que para mí era un nombre, una persona a quien admiraba, que estaba en mi biblioteca y con quien de repente fue muy sorprendente tener este intercambio tan generoso.
-¿Cuáles son los escritores más importantes que influyen en su trayectoria como autora de ficciones?
-Muchísimos, me cuesta dar un nombre. Leo libros muy diferentes. Hay libros de la literatura japonesa que me marcaron mucho, pienso en Kawabata, premio Nobel. País de nieve es uno de mis libros favoritos. La literatura alemana para mí es importante; Thomas Mann con La montaña mágica, que está en mi lugar particular, en mi biblioteca, en mi memoria y mi alma. La literatura rusa de Tolstói, que me cambió. Uno siente que no es el mismo después de haberlo leído. Leí bastante tarde literatura argentina. Juan José Saer lo considero esencial, pienso en un libro de él, El entenado.