Hace 49 años se suicidó el autor de Los ríos profundos. Como creador de ficciones trazó un camino para la narrativa peruana desde los conflictos culturales y lingüísticos.,Por Miguel Arribasplata El 2 diciembre de 1969 se paralizó un proyecto narrativo que provenía del Perú profundo. Ese día murió José María Arguedas tras cuatro días de agonía, después de haberse disparado en la sien. Un proyecto que, por la personalidad del autor y el valor de su escritura, dejó afirmada una de las rutas de la narrativa peruana. Y es que la escritura de Arguedas, como autor de ficciones tiene, por un lado, una potencia poética –acaso iluminada por la luna de Viseca– y, por otro, el drama social de la vida peruana, sobre todo la vinculada con la cultura andina. Ese es el estilo arguediano. “En cuanto se confundía mi espíritu con el del pueblo de habla quechua, empezaba la descarriada búsqueda de un estilo. Era necesario encontrar los sutiles desordenamientos que harían del castellano el molde justo, el instrumento adecuado”. Esta cita de Arguedas grafica la lucha constante por el estilo, desde la visión aldeana de Agua hasta la vanguardista novela inconclusa El zorro de arriba y el zorro de abajo. En realidad, para Arguedas, parafraseando a Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, el estilo es el hombre. Un hombre-autor y protagonista, que dejó de ficcionar para confesarse y anunciar su muerte: el suicidio, y con ello desea o permite que el final de la historia sea completada por un lector zahorí. El discurso autobiográfico cumplió su misión ética. Ahora el lector ocupará la autoría. PUEDES VER Escuela José M. Arguedas celebra el Día Mundial del Folklore en Lima Para escritores occidentales –no en el sentido peyorativo– como Vargas Llosa, escribir una novela es un arte de estratagemas, de las que se sirve el novelista para hacer pasar en la ficción las experiencias claves de su vida, apelando a una especie de estriptis y tentativa de exorcismo de una determinada zona de la realidad, a la que se le barniza con el elemento añadido. Su contienda con el lenguaje es solo desde y con su lengua materna. Ello no ocurre con Arguedas: desgarrar los quechuismos y convertir el español en instrumento único es su gran reto: disolución y combinación complejísima y sofisticada. Hablar en español y en indio, en peruano y universal. No fue una lucha de la forma por la forma, sino tratado como un espíritu de la cultura en estos países en que corrientes extrañas se encuentran y no concluyen por fusionar sus direcciones, y acaso forman estrechas zonas de confluencias. El propio José María, en su disertación sobre “La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú”, resume el proceso de novelar considerando el asunto del bilingüismo, al cual le asigna no solo un problema idiomático, sino cultural, humano, social y político. PUEDES VER Arguedas, ese demonio feliz Arguedas dice que en “Warma kuyay” está presente un castellano embebido en el alma quechua, pero su sintaxis no ha sido tocada, no sirve para el tema épico. En Yawar fiesta la solución del bilingüe es trabajosa, cargada de angustia en la creación de un lenguaje especial para los diálogos de los indios, lenta y difícil para guardar la esencia: que la fuente de la obra sea el mismo mundo. Con Los ríos profundos termina el proceso de adaptación, concluye con el encuentro de la forma como problema del espíritu de la cultura y no como acepción superficial. Por fin Arguedas halló su instrumento propio. En el español inicial de Agua, la palabra consume la obra, lenguaje sin médula y sangre, es solo un mundo literario. En cambio, el quechua dulce y palpitante se expresa en todo su lirismo y hondura humana en Los ríos profundos: la primera novela propiamente dicha del Perú, con el personaje Ernesto como el primer héroe con conciencia problemática plenamente logrado, según la palabra de Miguel Gutiérrez. PUEDES VER Vargas Llosa revaloró la obra de Arguedas La novela y la vida El propósito de la novela arguediana: describir la vida de las aldeas, narrar su apacible e inquietante vida para golpear la conciencia del lector, universalizándola con un español que guarde su esencia quechua. Alumbraron la forja de su camino novelístico El Tungsteno y Don Segundo Sombra. El 2 de diciembre de 1969 se cierra el ciclo de la calandria consoladora y se abre el de la luz y de la fuerza liberadora, el de la calandria de fuego. José María nos dejó diciendo que Vallejo era el principio y el fin. No se equivocaba.