Es una mala noticia que el activismo en los medios esté mellando al periodismo. Es una mala noticia para el periodismo y para el activismo. Ambos se cruzan con frecuencia, pero debieran mirarse con cierto cuidado y no poco recelo, pues sus objetivos, a veces, llegan a ser contradictorios.
El activista defiende una causa loable en la sociedad, la política, el ambiente, la religión o los derechos de la gente, otorgándoles prioridad total sobre cualquier otra motivación, y llegando, a veces, aunque no siempre, a extremos militantes, fanáticos o radicales.
Por ejemplo, ambientalistas que se oponen a toda actividad económica; protectores de los animales que combaten hasta ingerir algo de ese reino; promotores de la anticorrupción que defienden en todo a todos los fiscales, incluyendo excesos; amparadores de los trabajadores aun a costa de la destrucción de la empresa; o defensores de los derechos de las mujeres y su protección frente a la violencia, lo que está muy bien, pero que no pueden tolerar a gente que, coincidiendo con su objetivo central, piensa que hay caminos diferentes a los de su credo excluyente.
No está mal que en una sociedad haya radicales. Al contrario, pues, en la medida en que el activista sea hábil e inteligente, logrará mover el centro del debate entre los que coinciden y los que discrepan, más hacia su posición.
Pero siendo motivaciones laudables, a veces, pueden ser contradictorias con el periodismo, oficio que debe tener vocación de búsqueda de la verdad, lo que lleva a indagar puntos de vista plurales, a dudar del fanático, pudiendo, en ese camino, por ejemplo, criticar a un fiscal, o encontrar armonía entre economía y ambiente.
El activista de una causa se equivoca cuando ve eso como enemigo a destruir en vez de potencial aliado por persuadir con su mejor argumento. Y, peor aún, cuando, siendo parte de un medio –lo que puede ser contradictorio–, se suma a revueltas ‘enredadas’ en vez de hacerlo desde el propio lugar en el que trabaja, un estilo que, lamentablemente, crece en el periodismo como apuesta por la individualidad a costa del fortalecimiento del medio, lo que, sin duda, acabaría beneficiando a esos mismos profesionales del periodismo, que son distintos que los del activismo.
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