Nos encontramos frente a una crisis multicausal, cuyo núcleo duro es la vacancia presidencial, pero no se puede olvidar ni obviar las otras causas de esta tormenta perfecta: la solicitud de la subcomisión de Constitución para sancionar a cuatro magistrados del Tribunal Constitucional; la acusación constitucional al Fiscal de la Nación; el proceso frente al cual el cuestionado Consejo Nacional de la Magistratura escogería a cuatro jueces supremos a medida del fujimorismo; las medidas presentadas contra los allanamientos a los locales de Fuerza Popular y el cuestionamiento al Fiscal José Domingo Pérez. Toda esta situación podría eventualmente constituir un plan para evitar una posible prisión preventiva contra Keiko Fujimori que, si siguen las investigaciones a este ritmo, podría darse en tanto que se trata de un caso similar al de Ollanta Humala. Ciertos analistas, en realidad fujimoristas oficiosos, y hasta un parlamentario oficialista (¿ingenuo o ensombrecido?), están exigiendo analizar al vacío solo la vacancia presidencial, y solicitar que renuncien Vizcarra y Aráoz, para que asuma la Presidencia de la República el congresista Galarreta y dar paso a nuevas elecciones. ¿Creen ustedes, desanimados lectores y lectoras, que el fujimorismo va a respetar una transición democrática? ¡Por favor, no seamos ingenuos! En ocho meses lo que harán es cooptar todo lo plausible de cooptarse, botando al fiscal, a los magistrados, colocando a nuevos supremos, jaloneando al Jurado Nacional de Elecciones a su real gusto y proponiendo elecciones más opacas que las aportaciones a sus coctelitos. ¿No me creen? La CIDH ha emitido ayer un comunicado exigiéndole al Estado peruano (léase congreso) que detenga el proceso por el cual pretenden destituir a los magistrados del TC. La fujimorista y ahora asesora de la bankada, Martha Chávez, ha contestado con un inefable tuit gastronómico: “Y éstos, ¿qué se creen? Que el Perú los mande a freír ajos”. ¡Ese es el fujimorismo de toda la vida! Prepotentes, soberbios, autoritarios, brumosos en sus vínculos con el narcotráfico, insultando en lugar de argumentar, y siguiendo las lecciones bien aprendidas del peor montesinismo: usar la democracia sin respeto por la democracia. Es muy peligroso, por lo tanto, que el grito “Que se vayan todos” sea entendido por la mayoría de peruanos como una postura al vacío. La constitución ha previsto todos los procedimientos formales y esto es lo que hay: Galarreta como presidente del Perú. ¡No se pueda hacer otra cosa! ¿Vamos a caer en este abismo sin considerar sus efectos? Personalmente, creo que, en caso de que se dé esta vacancia casi cantada, Martín Vizcarra debería asumir la presidencia del Perú y fortalecer al Poder Ejecutivo. Para eso es preciso esperar la interpelación al Ministro de Agricultura (será de todas maneras en enero), y que su primer ministro exija cuestión de confianza... y ante una segunda negativa, disolver el congreso. No cometer los errores de PPK —que ahora interpretamos a razón de sus entuertos con Westfield Capital— y confrontar a Fuerza Popular que solo ha estado obstruyendo al Poder Ejecutivo, a pesar de que sus posiciones económicas son idénticas (¡y yo disiento de ambas!). Creer absurdamente que la caída de la clase política en su totalidad pasa por elecciones organizadas por el fujimorismo es una ¡rotunda estulticia! No permitamos la entronización del fujimorismo, si no serán nuestros nietos los que tengan que sacrificarse para sacarlos del poder.