Política

Juan Carlos Tafur sobre gobierno de Dina Boluarte: “Es uno de derecha, mediocre, torpe y malo”

Tafur lamenta que la derecha peruana, en su opinión, se encuentre más cercana a posiciones conservadoras, autoritarias y mercantilistas. Dice que las opciones liberales –ya sean de izquierda o derecha– son las que cada vez más pierden terreno en la narrativa política nacional. 

Juan Carlos Tafur es bachiller en Psicología por la Pontificia Universidad Católica del Perú.  Foto: Marco Cotrina / La República
Juan Carlos Tafur es bachiller en Psicología por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Foto: Marco Cotrina / La República

Juan Carlos Tafur ha dirigido nueve medios en su carrera como periodista. Cuatro periódicos, cuatro revistas -incluyendo la nueva Pulsión, sobre psicoanálisis, sociedad y cultura- y el medio digital Sudaka. Y espera que pronto vea la luz bajo su conducción una nueva apuesta, en formato impreso. “Creo que el impreso tiene absoluta viabilidad, el error es de los periodistas que tienen que cambiar el chip. ¿Por qué si no los libros físicos se siguen comprando? Si los periódicos cambian el chip, yo sí creo que tienen futuro. Se necesita valor agregado en todas las secciones”, dice. Psicólogo con orientación psicoanalista, define al Perú como un país “psicótico que se creyó neurótico durante veinte años de prosperidad económica y que recién se da cuenta de sus fracturas profundas”. En esta entrevista responde sobre diversos temas de actualidad.   

-Es un periodista identificado con la derecha y también crítico de ella. ¿Qué no le gusta de la derecha peruana?

-Que, lamentablemente, lejos de la posibilidad de una vertiente de derecha liberal, cada vez más está acercándose a posiciones conservadoras en lo moral, autoritarias en lo político y mercantilistas en lo económico, que son los tres signos que, para mí, identifican lo que he bautizado como la derecha bruta y achorada (DBA).

-Un nombre que pegó mucho.

-Muchos amigos míos de derecha me critican porque englobé a todos. En verdad, me refiero a esa derecha en particular.

-¿Cree que es mayoritaria?

-Yo creo que está creciendo. Están creciendo la DBA y la izquierda fascista, radical y autoritaria. La derecha e izquierda liberales están perdiendo terreno en esta polarización en la que el Perú está inmerso. Es una terrible noticia que el centro, la derecha y la izquierda liberales sean esbozos políticos incipientes, no tengan control de la narrativa ideológica y no tengan la representación política suficiente como para aspirar a que el 2026 sean una opción electoral potente y viable. Es más, hay 25 candidatos de derecha y 12 de centro. No todos inscritos, hay algunos en proceso.

-¿Hay realmente opciones para una izquierda o derecha liberales en el Perú?

-Sociológicamente, la condición para eso es la existencia de una gran clase media, que creció hasta el segundo gobierno de Alan García y luego ha ido desapareciendo. No es casual que eso coincida con la desaparición de una opción liberal. Sume la polarización mundial por la crisis del matrimonio entre el capitalismo competitivo y la democracia representativa. Eso pasa en los países más desarrollados, con mayor razón en el Perú.

-Hay opciones de centro que se están conociendo. ¿Les augura, no digo éxito electoral, pero al menos supervivencia en el tiempo?

-Si es que logran confluir y evitar la dispersión y fragmentación. Las encuestas de Ipsos e IEP -que es insospechada de derechismo- coinciden en que la mayoría de la población se define de centroderecha. Sí habría una base sociológica para una opción así. Yo converso con varios de los proto–candidatos del centro y de la derecha y les digo que se unan, que es la única posibilidad de pasar a la segunda vuelta, o harán que dos opciones de izquierda sean las que lleguen.

-¿Y qué le responden?

-Que mejor van por separado porque así logran una mayor cuota parlamentaria y ya en la segunda vuelta apoyan al que pase de derecha. Ese es un disparate, un error garrafal. En la segunda vuelta ya no prima el sentido ideológico sino el ánimo anti–establishment. En el 2021, el 24% de los votantes de Rafael López Aliaga, candidato de la ultraderecha, votaron por Pedro Castillo.

-En el 2021 los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta lo hicieron con porcentajes menores. Imagino que eso hace más complicada cualquier opción de alianza. Pensarán que con un 8 o 10% la pelean.

-No se dan cuenta de algo. Yo creo que el gran sur andino va a votar en la primera vuelta del 2026 como votó en la segunda vuelta del 2021. O sea, mayoritariamente por un candidato de izquierda radical y disruptiva. El gran sur andino es el 15% del electorado nacional, aproximadamente. A eso sume los bolsones de pobreza de la costa y la selva. La derecha bruta y torpe está haciendo todo lo posible para que dos candidatos de izquierda disputen la segunda vuelta el 2026.

-¿Por qué sería necesariamente malo que dos opciones de izquierda disputen la presidencia? ¿O el problema es que sea una izquierda radical?

-Exactamente, hablo de la izquierda radical y autoritaria.

-¿Un Antauro?

-Un Antauro versus un Guido Bellido, si es que (Antauro) logra superar la inhabilitación que le quieren clavar, a mi juicio, injustamente por no profesar valores democráticos. ¿O sea no podría haber un partido comunista en el Perú porque cree en otro tipo de democracia? Hay que respetar que la población eventualmente se manifieste a favor o en contra de un partido que no crea en la democracia formal. Esos desafíos se enfrentan y se ganan en la cancha, no en la mesa. Además, sería inocuo porque si no sale Antauro o no sale un Aníbal Torres –que según una encuesta privada de Ipsos es el que mejor recoge el voto castillista– va a salir otro. La derecha es torpe al creer que sacándolo (a Antauro) por mecanismos legales va a allanar el camino.

-¿Este gobierno está sostenido por la derecha?

-Sí claro. Este gobierno es uno de derecha, mediocre, torpe y malo, pero es uno de derecha.

-¿Y cómo se explica que Perú Libre en varias ocasiones coincida con esa derecha?

-La bancada de PL es insensata con ese odio a lo caviar, que hace que se unan en circunstancias. No entiendo honestamente ese odio de cierta izquierda y derecha hacia la llamada izquierda caviar que, como la entiendo, es democrática y moderada y es la que deberíamos tener en el Perú. ¿Por qué la guerra? Hay gente que parece preferir a Cerrón o a Antauro que a una Verónika Mendoza o un Alfonso López Chau, que son gente de izquierda que cree en relativas porciones del mercado. El anticaviarismo es un disparate de la DBA que cala cada vez más en la narrativa política peruana.

-Vayamos a lo ocurrido con los allanamientos a la casa de la presidenta Boluarte y en Palacio de Gobierno. El Ejecutivo dice que ha sido un atropello. ¿Usted cómo lo describiría?

-Es un escándalo que contribuye a ahondar más la crisis política por la que ya transita el Gobierno debido a la impericia y torpeza de la presidenta Boluarte. Se presume corrupción y eso es lo que está corroyendo la institucionalidad. Según una última encuesta de Ipsos, la corrupción ya superó a la delincuencia como principal problema público en la percepción ciudadana. Cada Rolex que la presidenta exhibe, cada joya que luce, son cien mil votos más para los radicales disruptivos. El hartazgo de la gente es inmenso y eso hará que se vote con un peor humor que en el 2021. Hay casi 30% de pobreza y una inseguridad ciudadana que genera ánimos bukelianos. Frente a esos dos grandes problemas, el Gobierno no ata nada ni desata. Además, la sensación –acertada– en el imaginario popular de que hay una coalición derechista entre el Congreso y el Ejecutivo, contribuye al desprestigio de una opción de derecha. Como están dadas las cosas, nos enfrentamos a un escenario peor que el de 2021.

-¿El Gobierno podría sostenerse?

-Soy partidario del adelanto de elecciones porque mientras más tiempo dure este Gobierno, más votos sacará Antauro o quien lo represente. Si no hay una explicación clara de la presidenta al país, se torna imperativa su renuncia o su vacancia.

-¿Qué piensa de Dina Boluarte?

-Es una mediocre gobernante que le queda enorme el cargo y sobre quien ya asoman sospechas muy serias de corrupción. Es una cachetada a la pobreza exhibir tres o cuatro relojes de veinte mil dólares. Es frivolidad y proclividad a la ostentación. Encima no tiene ni la menor idea de lo que es gobernar. Por información que tengo, en los consejos de ministros no ata ni desata. Y en reuniones con gremios empresariales tampoco tiene la menor idea. Es un ave de paso de quien no podemos esperar reforma alguna y a quien tenemos que tolerar mientras el Congreso la sostenga.

-Hace algunos años, el Perú parecía encaminado hacia algo mejor. Por lo menos había mayor optimismo. ¿Qué ocurrió?

-La gran responsabilidad recae en la transición democrática post Fujimori que traicionó los dos grandes desafíos que tenía por delante: ampliar el esquema de las reformas económicas –no se hizo ni una– y consolidar la institucionalidad democrática –que tampoco se hizo–. Incluyo en el segundo a la educación y salud públicas, totalmente abandonadas. Ningún gobierno hizo absolutamente ninguna reforma a pesar de la gran bonanza fiscal que teníamos. Apenas hubo una reforma magisterial que pergeñó Jaime Saavedra en el gobierno de Humala y que la DBA se tiró abajo por completo. Y paremos de contar. Nada más. A nadie le interesa otorgarles dignidad a los sectores populares con salud pública, por ejemplo. ¿Por qué? Porque es arduo, laborioso.

-¿Y los réditos no son inmediatos?

-Exacto, es a futuro. Por eso no interesa. Esa transición democrática fallida explica lo que pasó el 2021, sumado a factores aleatorios o coyunturales como la estupidez de Keiko Fujimori de pelearse con Kuczynski. Quizás fue la última posibilidad de que la derecha tenga una gestión gubernamental con amplio respaldo parlamentario.

-Usted es muy crítico de las AFP. A propósito del sétimo retiro aprobado en la Comisión de Economía, los defensores del modelo han dicho, entre otras cosas, que si no se nos obligara nadie ahorraría para su vejez. ¿Le parece razonable este argumento?

-No debería ser forzoso en ninguna circunstancia. El ahorro previsional que uno realiza pasa por invertir en la salud y educación propias y de los hijos. Está demostrado en estudios que una mejor calidad educativa redunda en mejores ingresos a lo largo de la vida. Con el trasvase forzoso de recursos en beneficio de cuatro grupos empresariales, le quitas a la clase media formal –que es la que aporta a las AFP– la posibilidad de inversión y capitalización. Si el sistema fuera tan bueno como dicen podría ser voluntario.

-¿Deberían desaparecen las AFP?

-Deberían seguir existiendo, pero bajo la premisa de que la contribución sea voluntaria. Y ahí va a ver cómo cambian los términos: mayor rentabilidad, menores comisiones…

-Porque van a tener que competir.

-Así es, para captar a los interesados en una jubilación. La gente claro que piensa en el futuro. Por supuesto que ahorra para su vejez. ¿Para qué se compran viviendas? Para ahorrarse el alquiler de viejos. ¿Para qué invierten en su propia calificación? Para sostenerse más tiempo sin necesidad de ayuda de terceros. Cuando le quitas 500 soles al mes a una familia de clase media le impides que pongan a sus hijos en un mejor colegio o que tengan un buen seguro médico. Una contingencia médica puede hacer quebrar a una familia. Todas esas posibilidades están negadas por culpa de los aportes a las AFP. Mi rechazo al sistema de AFP no es solo porque sea obligatorio sino porque es perverso por naturaleza. Es un trasvase de rentabilidades de clase media a cuatro grupos de poder.

-Que después te prestan ese mismo dinero.

-Exactamente. El propio Carlos Boloña (exministro de Economía) fue sincero cuando dijo que las AFP eran para crear un mercado de capitales en el Perú, porque con eso tenían capitales baratos para los inversionistas. Para eso se creó el sistema, no para darles pensiones a los jubilados, que son irrisorias, además.

-Es psicólogo…

-De orientación psicoanalista.

-¿Eso le ayuda para comprender la política peruana?

-Me ayuda mucho en este sentido: el haber tenido consultorio en términos psicoanalíticos te exige como costumbre profesional mantener en suspenso la incertidumbre hasta atar los cabos necesarios que se requiere para soltar una interpretación en un diván. Entonces eso me permite no dejarme marear por los datos inciertos en la política y en la economía y dejarlos flotar hasta hallarles un sentido y ofrecer una mirada distinta para no decir lugares comunes. Estoy acostumbrado a trabajar con la incertidumbre, digamos.

-Y el Perú es un país con muchas incertidumbres.

-Lleno de incertidumbres, con incógnitas sin resolver por siglos de siglos, con disonancias permanentes.