Exministro de RREE. Jurista. Embajador. Ha sido presidente de las comisiones de derechos humanos, desarme y patrimonio cultural de las...

La otra revolución: Política exterior y soberanía en tiempos de Velasco, por Manuel Rodríguez Cuadros

De este principio se derivó una nueva concepción estratégica de la política exterior. Se interpretaron los intereses nacionales sin condicionamientos externos derivados de los requerimientos globales de la potencia dominante.

El 3 de octubre próximo se cumplen 57 años del inicio del proceso de cambios que inició la Fuerza Armada bajo el liderazgo del Gral. Juan Velasco Alvarado. Fue un gobierno caracterizado por concebir y ejecutar reformas estructurales, que liquidaron el Estado oligárquico y abrieron paso a la evolución del Perú moderno.

La Revolución y la Tierra, el afamado documental de Gonzalo Benavente, trajo a la memoria de los peruanos, especialmente de las juventudes, el sentido histórico, sociológico y ético de la reforma agraria. Pero la revolución peruana, como se le conoció en el exterior, sacudió las viejas estructuras del Perú oligárquico no solo en el ámbito de las relaciones semifeudales que subsistían en el agro, la voluntad de cambio estructural produjo mutaciones radicales en otros ámbitos de la realidad nacional.

Hubo una reforma que no afectó intereses económicos o cambió estructuras productivas y sociales. Una reforma de la superestructura que  sigue orientando en sus lineamientos básicos —a pesar de todo y de mucho— la conducta del Estado peruano. La reforma, o como la llamó Carlos García Bedoya, la revolución de la política exterior.

Más allá de la determinación social y política que inspiró el proceso de cambios, la política exterior se inició con un hecho interno: la toma de la International Petroleum Company el 9 de octubre de 1968. Significó el primer enfrentamiento directo con los Estados Unidos en la historia de las relaciones internacionales del Perú. Velasco, en el discurso a la nación con motivo de la expropiación, interpretó la decisión como una expresión de la soberanía nacional, anunciando que iniciaba “una etapa de reivindicación de la soberanía y la dignidad”. La defensa de la soberanía y el ejercicio autónomo e independiente de la política exterior emergió así como el principio rector de una nueva diplomacia.

De este principio se derivó una nueva concepción estratégica de la política exterior. Se interpretaron los intereses nacionales sin condicionamientos externos derivados de los requerimientos globales de la potencia dominante. Se pasó de un eje de referencia basado en la alianza política y militar con los Estados Unidos en el marco de la guerra fría, a otro totalmente distinto: la identificación de los intereses peruanos en función de su propia realidad nacional, social, económica, cultural, política y estratégica. Una política exterior al margen de las zonas de influencia del mundo bipolar.

Ello significaba asumir lo obvio, que los Estados Unidos y el Perú tenían intereses diferenciados, aunque también coincidentes. Los diferenciados llevaron al conflicto con los Estados Unidos por la recuperación de los recursos naturales y el manejo autónomo de la diplomacia nacional. Era un cambio radical en el patrón del relacionamiento externo. Había que asumirlo sin llegar a la ruptura. Se comprendió que el camino era la negociación, con autonomía. Para ello había que modificar el alcance de la política exterior, restringida en ese entonces al ámbito panamericano y europeo occidental. Ysolo al Japón en el Asia. El Perú no tenía relaciones con más de la mitad del mundo. Los peruanos tenían por ley prohibido viajar a los países socialistas.

La autonomía en las decisiones de política exterior y el replanteamiento de los intereses nacionales, indicaban que el Perú no debía limitar sus relaciones diplomáticas en función de intereses estratégicos ajenos. Se afirmó, consiguientemente, el principio de la universalidad de las relaciones diplomáticas. Y en su ejercicio se abrieron relaciones con la Unión Soviética y los países socialistas de Europa Oriental, con Cuba e importantes países de África, Asia y el Caribe. Hasta 1968 el Perú tenía relaciones con Taiwán. Y desconocía la existencia de China. La diplomacia de la revolución reconoció a la República Popular China como único representante del pueblo chino. Asumió  un liderazgo regional en la decisión que en 1971 incorporó a China como miembro de las Naciones Unidas y, por ende, del Consejo de Seguridad.El Perú, en siete años, prácticamente duplicó el número de países con los que tenía relaciones diplomáticas.

La diplomacia económica emergió como un campo inédito en el ámbito multilateral. Desde la prioridad e impulso al Pacto Andino, la Comisión Económica de Coordinación Latinoamericana (CECLA),  la creación del Sistema Económico Latinoamericano, hasta el rol protagónico de la UNCTAD y la ONUDI en la búsqueda de la reversión de los términos del intercambio y el desarrollo desigual.

La relación y negociación multilateral con el mundo industrializado se canalizó a través del Diálogo Norte-Sur y del consenso para el establecimiento del Nuevo Orden Económico Internacional. Se ordenó la gestión institucional y profesional de las relaciones económicas internacionales, al centralizar en la Cancillería las negociaciones comerciales y financieras, de integración e inversión extranjera.

En lo político-diplomático, todo el referente de la inserción externa de la política exterior del Perú cambió de eje. De la adscripción a los valores, los intereses y la conducta internacional de Estados Unidos y el occidente europeo en el marco de la Guerra Fría, se pasó a articular la política exterior a partir de los intereses nacionales, coincidan o no con los de los Estados Unidos, en la confluencia de intereses con América Latina y los países en desarrollo.. Surgió así la diplomacia tercermundista y su dimensión política: el no alineamiento.

La opción no alineada no era ni es una política de neutralidad, sino una diplomacia activa y de compromiso, que rechazaba la división del mundo en zonas de influencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Era anticolonialista y promotora de una gobernanza mundial en la que se respete la soberanía y autonomía de todos los Estados, se democraticen las relaciones internacionales y se asegure una gobernanza  multilateral, a través de la aplicación de los principios de no intervención, solución pacífica de las controversias y libre determinación de los pueblos.

Su ejecución asoció al Perú a la declaratoria de independencia de numerosos países en África y Asia y a procesos de afirmación nacional en la región, como la recuperación del canal de Panamá. Aplicada a la defensa de intereses nacionales concretos, fue el instrumento para obtener un apoyo universal a la tesis de las 200 millas. Un caso paradigmático de la creación de una renta estratégica nacional a través de la diplomacia multilateral.

La inserción del Perú en Sudamérica también cambió radicalmente. De una política basada casi exclusivamente en la defensa de las fronteras, los límites y los intereses territoriales, se pasó —reforzando estas— a una diplomacia de integración bilateral y multilateral. Y a un impulso novedoso de la cooperación fronteriza. El caso más relevante fue el del Ecuador. Sin alterar la histórica posición de la vigencia y ejecución del Protocolo de Río, se abrió un proceso de diálogo y cooperación fronteriza que tuvo en el proyecto de irrigación Puyango-Tumbes su cota más alta. Se reforzó  capacidad de negociación conjunta de América Latina

De manera convergente, se redefinió la defensa nacional. De una integración militar unilateral con los Estados Unidos, se pasó a una inserción plural y moderna, que dio al Estado mayor margen de maniobra e independencia, a partir de la adquisición de armamentos a la Unión Soviética y a Francia. El Perú pasó a tener un potencial militar de primer orden en la región. Y se promovió un sistema de seguridad.

El ejecutor de esta política exterior nacional, vigente hoy en sus bases conceptuales y principales líneas de acción, fue el servicio diplomático; que aportó, con independencia del poder político en sus connotaciones internas, la visión del realismo transformador responsable.

Manuel Rodríguez Cuadros

Causa Superior

Exministro de RREE. Jurista. Embajador. Ha sido presidente de las comisiones de derechos humanos, desarme y patrimonio cultural de las Naciones Unidas. Negociador adjunto de la paz entre el gobierno de Guatemala y la guerrilla. Autor y negociador de la Carta Democrática Interamericana. Llevó el caso Perú-Chile a la Corte Internacional de Justicia.