Columnista invitado. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.
Estoy convencido de que quienes defienden actualmente a lo que fue el Sodalicio esperan de sus detractores que les digan esta frase: “Tienes razón, estaba equivocado. De acuerdo, todos ustedes serán santos, están tocados por Dios, son la sal de la tierra, los llamados a cambiar el mundo”. Y es que, en los últimos meses, he evidenciado que no hay forma de que reconozcan el daño causado y que el silencio los hace cómplices… a todos.
Para muchos de ellos, Figari es una víctima de un complot de los caviares, de los seguidores de la teología de la liberación o de los “rojos” que han copado la Iglesia católica. Figari no ha abusado de nadie; “no hay pruebas de ello”, sostienen, y argumentan que los denunciantes son resentidos o tienen intereses económicos, porque simplemente son unos incapaces.
Dicen que el cierre del Sodalicio ha sido una exageración de un grupo coordinado, con apoyo y resonancia en medios de comunicación “rojos”, respaldados por políticos caviares y obispos cuya agenda sería más destruir la Iglesia católica que promover su crecimiento.
Que si bien ha habido algunos tumores, como Doig, Daniels, Levaggi, Murguía y otros, fueron identificados y expulsados de inmediato.
No recuerdan que Doig estaba a punto de ser canonizado; que Daniels vive en algún lugar de EE. UU. muy orondo y se le permitió irse sin que se le hiciera problema legal alguno; que Levaggi está en Madrid y se daba el lujo de buscar a sus víctimas en las comunidades donde vivían, amenazándolas incluso de muerte; ni que Murguía… ni idea, pero seguramente está tranquilo viendo cómo los exsodálites se salieron con la suya, agradecido por estar en libertad con el apoyo de sus amigos.
Y, efectivamente, se salieron con la suya: después del cierre ordenado por el Vaticano, no pasó absolutamente nada. Los exsodálites siguen viviendo en sus comunidades con sus proyectos personales, pensando en el nombre de su nuevo movimiento, con los fondos bien cubiertos. Todo en un contexto que les favorece, pues el responsable del cierre tiene otras obligaciones y ha pedido paciencia durante varios meses a las víctimas que acudieron a él. Además, el nuevo Papa enfrenta una crisis bélica mundial que hace que el tema del Sodalicio no sea prioridad en la agenda.
Hace poco me dijeron: “Justos pagaron por pecadores; cuántas vocaciones desperdiciadas por este cierre, qué daño han hecho a muchas personas, vocaciones importantes”. Es decir, que ahora las víctimas serían los exsodalites. Ahora entendemos por qué se rumorean acciones legales contra quienes supuestamente propiciaron el cierre del Sodalicio.
Ya no me sorprende que los exsodálites no reconozcan que hubo actos de tortura contra muchos que vivimos en el Sodalicio; que las víctimas reales se revictimizan con el silencio de las autoridades responsables de escucharlas; que los sacerdotes exsodálites renieguen de no ser encardinados por los obispos peruanos; o que se quejen de que uno haya usado información para evidenciar que los abusos existieron casi desde los inicios del Sodalicio, con la complicidad de sodálites que permitieron que estos enfermos siguieran dañando.
Es increíble tratar de justificar más de 100 testimonios que evidencian una cultura de abuso. Denuncias con nombre propio: Luis Fernando Figari, Germán Doig, Virgilio Levaggi, Jaime Baertl; ellos conformaban la cúpula del Sodalicio en su época dorada y fueron responsables directos del famoso “estilo sodalite”.
Me referiré a mi caso: que Levaggi haya abusado de mi entorno directo, que años atrás había abusado de otros sodalites mayores y que, en su momento, fue castigado para no tener ascendencia sobre sodalites jóvenes. Esto me lo confirmaron hasta tres personas diferentes, una de ellas víctima de Levaggi, mayor que yo. Si esto no es un silencio cómplice, entonces debo estudiar Derecho nuevamente. Indignarse de que haya usado esta información es propio de alguien que no entiende lo que significa ser empático.
Que Baertl se sienta indignado de que las víctimas pretendan una indemnización justa por los daños ocasionados, afirmando que se cobren con lo que ha quedado, burlándose de ellas, solo evidencia que hace más de 20 años conocía el riesgo que tenían, y la estrategia de crear vehículos legales separados del Sodalicio para defenderse de posibles acciones legales de las víctimas, que ya se estaban evidenciando y que él conocía bien.
Efectivamente, es un panorama complejo y un camino empinado; difícil lograr la ansiada justicia. Pero como la verdad nos hará libres, y está de nuestro lado, además de que no hay crimen perfecto, la fuerza y las ganas las tenemos.
Sé que los exsodalites se reirán, pero la fe es lo más grande que tenemos: fe en nosotros mismos, las víctimas que estamos con la verdad y que no hemos inventado ni imaginado los daños sufridos; fe en Dios, que nos dará la sabiduría necesaria para seguir el camino correcto y lograr la justicia divina.
Sí, exsodalites, sigan así. Si son felices y están seguros de que ese es el camino que Dios tiene para ustedes, seguro serán felices y santos. Ya no me hacen daño.

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