Vicedecana de Administración de la Universidad del Pacífico e investigadora del CIUP

MiPyME y digitalización: Las personas en el centro del proceso, por María Ángela Prialé

La brecha de madurez digital entre la gran empresa y la mediana es de 4%, entre la gran empresa y la pequeña de 12%, y entre la gran empresa y la microempresa de 15%

El tránsito hacia una economía digital, basada en las tecnologías digitales y de la información, ya es una realidad. Académicos y expertos internacionales señalan su capacidad para crear nuevas oportunidades e impulsar el crecimiento económico.

La transformación digital es la hoja de ruta para incorporar con éxito cambios organizativos que permiten integrar eficazmente la tecnología en los procesos con el fin de desarrollar un modelo de negocio digital que genere valor y aumente la productividad.

¿Qué ocurre con nuestras MiPyME?

En el Perú, las cifras avalan la importancia de la MiPyME en la economía nacional, pero también muestran su vulnerabilidad respecto a la incorporación de tecnologías digitales y la ausencia de habilidades para automatizar procesos o rediseñar modelos de negocio, es decir, para transformarse digitalmente, hecho que limita su competitividad frente a las grandes empresas. 

El Ministerio de la Producción calcula que las MiPyME representan el 99.4% del total de empresas formales operativas, generan el 86.5% del empleo privado formal, aportan el 20.2% del PBI nacional, contribuyen con el 12.6% de la recaudación fiscal por renta empresarial y generan el 5.8% del valor total exportado. No obstante, más del 80% de sus trabajadores se encuentra en condiciones de informalidad, solo el 28.5% accede al sistema financiero formal y su participación en las exportaciones apenas alcanza el 5.6%.

En cuanto a su nivel de digitalización, el Global Digitalization Index (GDI) ubica a las empresas peruanas en la posición 51, bastante más bajo que Chile, Brasil y Colombia. Si nos enfocamos solo en el caso peruano, el índice de madurez digital muestra que, a mayor tamaño de empresa, mayor madurez digital, y lo que más resalta son las brechas. 

La brecha de madurez digital entre la gran empresa y la mediana es de 4%, entre la gran empresa y la pequeña de 12%, y entre la gran empresa y la microempresa de 15%, hecho que no es menor, pues como señaló FAEDPYME en 2022, las MiPyME que no desarrollaron procesos digitalizados durante la pandemia del COVID-19 –páginas web, comercio electrónico, gestión de redes sociales, banca digital– vendieron y tuvieron expectativas de crecimiento significativamente menores respecto a sus competidores más ágiles.

Se necesita infraestructura tecnológica, pero sobre todo “competencias”

En las MiPyME, prevenir problemas operativos (digitalizando registros de compras, contabilidad, inventarios o comunicaciones), potenciar la innovación en sus modelos de negocio y reorganizar sus cadenas de valor hacia configuraciones más eficientes y centradas en el cliente no solo depende de la disponibilidad de tecnologías (hardware y software), sino, sobre todo, de la superación de otras barreras “humanas” importantes como la resistencia al cambio (personal, cultural o sistémico) y la estructura organizacional reflejada en una ineficiente gestión del talento. Así, la incorporación de talento digital y el desarrollo de talento a través de la formación cobran protagonismo en la ampliación de la competitividad de estas empresas.

El valor de las “habilidades blandas” más allá del conocimiento técnico

Se requiere desarrollar competencias digitales (capacidad para usar efectivamente e integrar las tecnologías digitales en diversos contextos) en la fuerza laboral para habilitar la transformación digital. Y si bien podríamos pensar que competencias técnicas como el uso básico de hardware y software, el manejo de redes sociales, el análisis de datos o el desarrollo de software serían suficientes, los estudios muestran que, sin habilidades blandas —destrezas de carácter interpersonal y dimensión socioemocional— se limita el aprovechamiento pleno de la digitalización. 

Así, la adaptabilidad, creatividad, pensamiento crítico, disposición a aprender y comunicación y colaboración cobran el mismo protagonismo que las competencias técnicas por su aporte en la superación de la resistencia al cambio y en la construcción de culturas organizacionales innovadoras y con menos aversión al riesgo.

Se trata de complementar esfuerzos

La necesidad de contar con personal con competencias digitales (técnicas y blandas) es urgente para las empresas peruanas de todos los tamaños y, de acuerdo con FAEDPYME (2025), a mayor tamaño de empresa, mayor dificultad para disponer de conocimientos y habilidades que sostengan la transformación digital (por la mayor sofisticación de competencias requeridas). 

Sin embargo, solo la mitad de las MiPyME peruanas considera que sus empleados cuentan con habilidades suficientes para el manejo de herramientas digitales necesarias para el buen funcionamiento de sus negocios.

Para este tipo de empresas, las carencias se agudizan por sus limitaciones de atracción, selección, desarrollo y retención de talento, así como por sus mayores restricciones presupuestales para financiar programas de capacitación de su personal, la falta de planificación estratégica de recursos humanos y la ausencia de programas formales de desarrollo organizacional, de los que sí disponen las grandes empresas.

La digitalización efectiva de las MiPyME será uno de los temas abordados en Agenda 2026: Políticas públicas para retomar el desarrollo, una iniciativa del Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico que busca contribuir al debate electoral con 16 propuestas de política pública orientadas a promover el bienestar de la población y el desarrollo del país de manera sostenible.

Es importante sumar esfuerzos para el desarrollo de competencias digitales desde distintos actores sociales: los gremios empresariales, los centros de formación y el Estado. Este último ha desarrollado algunas políticas que pueden beneficiarse de la experiencia de países vecinos.