El arte de lograr nuevos mínimos, por Eliana Carlín

 A la salida de Boluarte, nos deja un legado de mediocridad tan profunda que nos fractura más que nunca.

Pasaron ya varios días desde el discurso del 28 de julio, y quizás la única buena noticia es que no escucharemos más a Dina Boluarte dirigirse a la representación nacional, o al menos no durante tantas horas. Se trató de un discurso dado desde un misérrimo 2.5 % de aprobación, pero con delirios de mandataria aclamada. Los primeros 45 minutos de su insufrible mensaje solo fueron ocupados por la letanía con la que siempre busca deslindar responsabilidad sobre las matanzas perpetradas por su régimen.

Este discurso, del cual deberá echar mano con especial urgencia tan pronto salga de Palacio de Gobierno, seguramente será ensayado todas las veces que pueda en su gira de despedida fuera del país. Una de sus últimas frivolidades, que con certeza será aprobada por el sector del cogobierno desde el Congreso.

Esos primeros 45 minutos de discurso se alinean perfectamente con las declaraciones presidenciales del jueves 31 de julio, en las que confronta a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dando un espaldarazo a los malos miembros de las Fuerzas Armadas que han cometido graves violaciones a los derechos humanos. Asunto, claro está, muy propio de quienes son responsables de acribillar civiles, incluyendo menores de edad.

En este marco de Fiestas Patrias, el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) publicó su encuesta de opinión del mes de julio, en la que consultó sobre las expectativas de la ciudadanía respecto al mensaje a la Nación. En una pregunta de respuesta múltiple, el 60 % de entrevistados hubiera querido que priorice hablar sobre seguridad, 36 % sobre educación, 30 % sobre salud y 29 % sobre trabajo.

Claramente, estas expectativas fueron incumplidas. En términos de políticas públicas, fue un discurso sin propuestas propias, horizonte claro de acción ni articulación alguna.

Vivir en la decepción como el permanente equilibrio de bajo nivel tiene consecuencias en la ciudadanía. En la misma encuesta, el IEP indaga sobre las percepciones de unidad e identidad en el país. Los resultados son muy tristes: 48 % considera que somos un país muy dividido, con diferencias irreconciliables. En 2019, esta percepción llegaba solo al 20 %. Finalmente, hoy solo el 17 % considera que el Perú “es un país muy diverso, y esa diversidad es parte de nuestra riqueza”, mientras que en 2019 esta percepción alcanzaba el 41 %.

¿Qué ha ocurrido entre 2019 y hoy? Para comenzar a reflexionar sobre esto, basta recordar que hemos tenido cinco presidentes desde entonces. A la salida de Boluarte, nos deja un legado de mediocridad tan profunda que nos fractura más que nunca.