Profesor visitante en el departamento de economía de la PUCP

La clase media en el Perú: una clase a medias, por Javier Herrera

En el Perú tenemos una clase media poco consolidada, con una inserción laboral precaria, que sigue muy expuesta a choques adversos y poca resiliencia..

La existencia de una amplia clase media es considerada como uno de los principales factores de consolidación de una democracia y de la existencia de un amplio mercado interno. Su existencia es crucial para el desarrollo y la estabilidad de un país. Desde el punto de vista económico, la clase media suele ser el motor principal del consumo interno, tienen ingresos suficientes para gastar más allá de lo básico, lo que impulsa el crecimiento económico. También es el grupo social que invierte en educación, vivienda, salud y emprendimientos, lo cual genera dinamismo económico a largo plazo. La clase media es vista como la garante de la estabilidad política y social en la medida que ello se asocia a una mejor distribución de los ingresos, menor polarización política, y a democracias más estables, con mayor participación política y exigencia de rendición de cuentas a los gobiernos.

Existen varios enfoques para definir e identificar quiénes pertenecen o no a la clase media. Uno de ellos, estudiado por Rolando Arellano, tiene que ver con los estilos de vida y de consumo. Otro enfoque consiste en preguntar a la población en qué clase social ella misma se ubica. La encuesta Latinobarómetro que cubre la mayor parte de los países de la región revela que cuatro de cada diez peruanos (39.8%) considera pertenecer a la clase media, similar al de Colombia (40.5%), Argentina (39.8%) y Ecuador (42.7%), pero por debajo de Chile (45.9%) o de Uruguay (50.3%).  En la enaho se le pide a la persona que ubique su hogar en una escala económica que comporta 10 peldaños. El 36.6% se ubicó entre los peldaños del medio (del 4 al 6), cifra muy cercana a la estimación de Latinobarómetro.

Desde una perspectiva económica, ella estaría compuesta por hogares no vulnerables a la pobreza, resilientes ante choques adversos. La pandemia puso en evidencia que la mitad de la población considerada como no pobre era vulnerable a la pobreza. Se hizo necesario distinguir entre los no pobres a aquellos susceptibles de volver o de caer en la pobreza respecto a aquellos que están al abrigo de la pobreza. Son estos últimos a quienes podemos legítimamente considerar como pertenecientes a la clase media. El INEI ha propuesto una metodología que identifica a los hogares no vulnerables a la pobreza. Se ha calculado que para que un hogar de 4 personas sea considerado como no vulnerable y no pobre, este debería tener un gasto mínimo de S/.2960 mensuales. Por encima de ese umbral, el hogar y sus miembros no están expuestos a un alto riesgo de caer en la pobreza ante un choque adverso (pérdida de empleo, quiebra de negocio, pérdida de cosechas, enfermedad, etc.). En 2024, cuatro de cada diez peruanos (es decir 14 millones) harían parte de la clase media, la casi totalidad (93.3%) residen en las ciudades y apenas el 6.8% restante en el área rural. Si lo vemos por departamentos, solo en algunos de ellos los hogares de clase media representan casi la mitad de la población. La capital, con 42.2%, no es donde predomina una mayor proporción de población de clase media pues es superada por Ica (59.2%), Lambayeque, Moquegua y Arequipa. Llama la atención que Madre de Dios, un departamento desprovisto de servicios públicos de calidad tenga una clase media que representa alrededor de 40% de la población, muy cercana a la de la capital. La hipótesis más probable es que ello provenga de los recursos generados por la minería aurífera informal e ilegal que está dando forma a una nueva clase media asentada en negocios ilícitos o fuera del alcance del sistema tributario ¿Cuántos de ellos pasarán a engrosar las filas de lo que Francisco Durand llamó los “apóstoles de la economía peruana”?

Según el Latinobarómetro, la clase media en el Perú tiene una de la más alta percepción de injusticia de la desigualdad en la distribución del ingreso en la región, solo superada por Chile y Argentina que tienen una antigua y consolidada clase media. Dicho sentimiento de injustica es mayor incluso respecto a países que tienen un menor índice de desigualdad de gini. Otro hecho llamativo es la diferencia que existe entre la percepción de injusticia y los que consideran dicha desigualdad como muy inaceptable; desfase que ocurre en casi todos los países de la región. La tolerancia de una injusta distribución del ingreso nos dice mucho sobre los débiles cimientos de nuestras sociedades.

Aunque se trata de una población que en una alta proporción (45%) ha alcanzado estudios superiores, su inserción en el mercado laboral sigue siendo precaria, lo que debilita su consolidación en tanto que clase media. Tan solo dos de cada tres tiene un empleo adecuado en las ciudades y apenas la mitad en el área rural. La predominancia de la informalidad es otra característica de la llamada clase media. El 60% tiene un empleo informal, principalmente (68.7%) en empresas o negocios informales y el resto (31.3%) tiene un empleo asalariado informal, sin beneficios (contrato, pensión, vacaciones, gratificaciones, etc.). Aún en la capital, en donde se concentra las empresas formales, el 46.1% de los informales trabaja en empresas formales que no respetan ni les ofrecen ningún beneficio laboral.

La precariedad laboral, tanto en la relación con el empleador como respecto a la alta mortalidad de los negocios, implica que uno de cada cuatro personas de la clase media considere que sus ingresos son muy inestables mientras que dicha inestabilidad afecta a un tercio de la población vulnerable a la pobreza. Al analizar los datos, sorprende la gran precariedad financiera de la clase media. Tan solo el 13.9% logra ahorrar dinero y casi dos tercios de ellos apenas logran equilibrar sus ingresos y sus gastos. Para muchos de ellos su nivel actual de consumo es insostenible pues deben utilizar sus ahorros (9.5%) o, peor aún, se ven obligados a endeudarse (11.6%).

Lo que distingue a la clase media es su menor exposición a choques adversos, la gravedad del impacto y su resilencia para recuperarse. Según la enaho, en 2024 uno de cada cinco personas de clase media sufrió un choque adverso mientras que para el resto de la población dichos choques afectaron a una de cada cuatro personas. El impacto de los choques sobre los ingresos y el patrimonio de los hogares de clase media y los hogares no pobres pero vulnerables no es muy distinto (los afectó a más del 95%). La diferencia radica en que los problemas ocasionados por la pérdida de ingresos o de patrimonio se solucionaron para una mayor proporción de los hogares de clase media (19%) que para los hogares vulnerables (12.7%). Estas diferencias trazan una línea de separación relativamente tenue entre los hogares de clase media y los hogares vulnerables a la pobreza, ambos con poca resilencia.

La conclusión es que en el Perú tenemos una clase media poco consolidada, aún muy expuesta a choques adversos y tolerante a la desigualdad. Una clase media que, a pesar de haber logrado acceder a la educación superior, tiene una inserción precaria en el mercado laboral. Una clase media en recomposición (¿o en descomposición?) con el auge de las economías ilegales. Mientras perduren estas condiciones, más débil será la contribución de la clase media a fortalecer la democracia y la justicia distributiva. Tendremos no una clase media, sino más bien una clase a medias.