En una reciente entrevista con Radio Agricultura, la candidata presidencial chilena Evelyn Matthei fue consultada sobre su posición respecto del golpe de estado que dio Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende en setiembre de 1973.
Se trata de un tema central en el debate político actual, por diversas razones. En primer lugar, porque la candidata procede de familia militar y su padre, Fernando Matthei, formó parte de la Junta Militar entre 1978 y el final de esta en 1990. Segundo, porque hace año y medio se conmemoró precisamente los cincuenta años del golpe, lo cual puso en evidencia que si bien hay un consenso respecto del quiebre de la democracia y el saldo en víctimas que este trajo, existen aún voces que lo respaldan y lo justifican.
Frente al micrófono, Matthei expresó que de no haberse producido el golpe, Chile iba “derechito a [ser como] Cuba”. No solo eso, sino que ella y cercanos suyos respaldaron el golpe porque “no había otra alternativa” y que si bien en los primeros años “era bien inevitable que hubiesen muertos”, esto ya no se justificaba posteriormente. Las declaraciones de la candidata de derecha de Chile Vamos generaron diversas reacciones en las tiendas políticas, en un momento de definición de candidaturas para los comicios de noviembre de este año, y donde Matthei pese a los altibajos se mantiene como favorita.
El debate en torno a los dichos de Matthei se centraron en el carácter de “inevitable” que tuvo el golpe de Estado de las Fuerzas Armadas chilenas contra el gobierno elegido en las urnas de la Unidad Popular. Como se sabe, el golpe instauró una dictadura militar que se extendió por los siguientes diecisiete años, y que durante ese periodo se dedicó a perseguir y eliminar a los militantes de izquierda y de la oposición. De igual modo, mientras detenía, torturaba y desaparecía los cuerpos de sus víctimas, la Junta y un grupo de economistas implementaban un sistema donde primaba el libre mercado.
La caracterización de “inevitable” que la candidata de derecha instaló en el debate público responde a un intento nada sofisticado por justificar el golpe militar y hacerlo ver como una “reacción” (esperable, comprensible) ante la inestabilidad política y económica que tuvo lugar durante el gobierno socialista. De este modo, los militares se habrían visto obligados a actuar en su rol de fuerzas “tutelares” para evitar que el país cayera en el caos o —en palabras de Matthei— fuese “derechito a [ser como] Cuba”. Una declaración así es problemática por varias razones, siendo acaso la principal el que provenga de alguien que aspira a dirigir el destino de Chile desde La Moneda.
El señalar que el golpe era “inevitable” funciona también como una justificación para todo lo que vino después de setiembre de 1973. Porque los militares no devolvieron el poder a los civiles inmediatamente o llamaron a elecciones. Hubo que esperar quince años para que un plebiscito, con ellos en el poder, decidiera que debían volver a sus cuarteles; plebiscito donde la misma Matthei votó por el “Sí” a favor de Pinochet para que gobernara hasta 1997. El triunfo del “No” hizo que un nuevo periodo, conocido como “Concertación” sucediera a la Junta y eligiera mandatarios del sector civil.
Matthei no está sola en su caracterización de la dictadura militar como “inevitable” o incluso como “menos mala”. Hace unos años, el recientemente fallecido Mario Vargas Llosa descolocó a un propagandista de ultra-derecha llamado Álex Kaiser quien intentó validar su visión del gobierno militar chileno como una dictadura “menos mala” en comparación con la de Nicolás Maduro. Vargas Llosa fue enfático: “Esa pregunta yo no te la acepto”, le respondió para luego agregar que “las dictaduras son todas malas”. El surgimiento de posturas radicales de derecha ha llevado a relativizar, cuando no caer en el negacionismo, de las dictaduras militares que tuvieron lugar en la región y marcaron el periodo de la “guerra sucia” en la fase final de la Guerra Fría.
Se trata de una postura abrazada por una nueva generación de la extrema derecha, como lo demuestra el fallido video que grabaron los jóvenes integrantes del Partido Republicano dirigido por José Antonio Kast por los cincuenta años del golpe en 2023. El video condensa lo que hemos venido señalando líneas arriba, y elabora la noción del golpe como “inevitable” frente a “la crisis política, social y económica” de 1973, responsabilizando de lo ocurrido el 11 de setiembre a “Salvador Allende y sus socios de la Unidad Popular”.
La postura de los republicanos —que grabaron el video frente a La Moneda— va más allá de la retórica. Como lo dejan muy claro en el video, ellos “celebran” el accionar de las Fuerzas Armadas, es decir, el golpe contra el sistema democrático. El video fue desautorizado por Kast, quien optó por no comentarlo. Los comentarios al mismo tampoco generaron la reacción deseada y su posición fue cuestionada masivamente por los usuarios. La candidata Matthei hizo cura de silencio luego de la entrevista y a su equipo no le quedó más opción que eliminar las primarias ante la posibilidad de que pierda en algún debate sobre el tema de la dictadura.
La justificación de dictaduras ya sea abiertamente o de modo más sutil (y algo torpe) al calificarlas de “inevitables”, no solo habla del pasado sino de la actualidad y del tipo de gobierno que promoverán quienes las defienden. Por lo pronto, estamos viendo cómo aquellos gobernantes que apoyan el quiebre de la democracia en el pasado están más que dispuestos a reprimir de manera violenta manifestaciones o a callar a quienes consideran como potenciales opositores.
Del mismo modo en que las dictaduras no fueron “inevitables” en el pasado, tampoco lo son en el presente.
Historiador. Radica en Santiago de Chile, donde enseña en la Universidad Católica de Chile. Es especialista en temas de ciencia y tecnología. Su libro más reciente es Los años de Fujimori (1990-2000), publicado por el IEP.