Los reprendidos, por Eliana Carlín

A pesar de estos elementos nocivos, desde la fe debemos siempre recordar que, como señala Francisco en la Encíclica “Fratelli Tutti” (2020) “No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos”.

Dicen que cuando Marcelino Ynga, dirigente de los campesinos de Catacaos (Piura) se reunió con los miembros de la Misión Especial, ambos representantes de Francisco se quebraron. La historia de extorsión, abuso legal, robo y muerte los dejó de una pieza.

Para quienes no siguen el caso Sodalicio, podemos resumir que se trata de una agrupación radical ultraconservadora dentro de la Iglesia Católica, que se caracterizó por convocar jóvenes- de preferencia procedentes de familias prósperas- para proceder a aislarlos de sus entornos y someterlos a terribles vejámenes psicológicos y físicos, incluyendo en varios casos violencia sexual. Al salir a la luz las denuncias, hubo personas como Caccia y Blanco, quienes lejos de solidarizarse con las víctimas, defendieron los privilegios del tan cuestionado espacio, con el que convenientemente mantienen vínculos. Los protagonistas de esta heterogeneidad de atropellos, todos vinculados al Sodalicio, tienen entusiastas defensores

Estamos presenciando en pleno año 2024 el desarrollo de un proceso de excomunión, que si bien esta vez podría quedar frustrado, puede dejarnos importantes reflexiones. Los llamados al orden por el papa Francisco son hacia la activista radical de ultraderecha católica Giuliana Caccia y su cuñado el sodálite Sebastián Blanco, hermano del también sodálite Ignacio Blanco.. Este último es propietario de la vivienda en la cual se hospeda el expulsado fundador del Sodalicio, Luis Fernando Figari, cuando viaja a Roma.

El Papa Francisco envió desde Roma a una Misión Especial para entrevistarse directamente con las víctimas. Fuera de agenda previa, Caccia y Blanco solicitaron audiencia con la Misión Especial, la misma que les fue concedida. ¿Cómo fue que recibieron en la Nunciatura a defensores de los abusadores? Pues le mintieron a los enviados del Papa, y señalaron “de forma taimada” (Francisco dixit) ser “víctimas de dos exmiembros del Sodalicio”. Al filtrarse esta información y verse descubiertos, no tuvieron mejor idea que denunciar al enviado papal, “y a quienes resulten responsables”, lo que por extensión alcanza a toda la Misión Especial y al propio Papa Francisco.

Al recibir el Precepto Penal desde Roma, dándoles una ruta de cinco pasos para redimirse, los reprendidos publicaron un video en el cual, entre otras cosas, señalan sentirse “presionados y chantajeados”, que nadie les ha dado la oportunidad de sustentar su “posición”, y que se han limitado a plantear una “controversia”, que es el eufemismo con el que denominan su denuncia penal. Curiosos reclamos para quienes nunca han dado crédito alguno a tantos testimonios, por tantos años. Los adláteres de los victimarios son operadores, cuya hipocresía encaja muy bien en la trama macabra que el Sodalicio ha escrito.

A pesar de estos elementos nocivos, desde la fe debemos siempre recordar que, como señala Francisco en la Encíclica “Fratelli Tutti” (2020) “No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos”.