Sobreviviendo a la desgracia, por Juliana Oxenford

Estamos tan acostumbrados a la mentira, corrupción e impunidad, que ya nada nos sorprende. Como si nos hubieran convencido de que esta miseria es lo que merecemos”.

Como era de esperarse, esta semana la Comisión Permanente del Congreso aprobó una ley nefasta y con nombre propio: Alberto Fujimori. Con quince votos a favor –entre ellos el de un parlamentario que, entre risas, admite no saber la causa que acaba de admitir–. La norma que regala impunidad a delincuentes que han cometido delitos de lesa humanidad ya es una realidad.

Otra vez, este Parlamento impresentable y repudiado ignora el más mínimo principio del derecho y se convierte en ese “paria” que no hace más que destruir todo lo que –con debate o sin debate– tiene como único objetivo salvarle el pellejo a delincuentes. El exdictador, recién operado y sonriente, debe andar festejando la nueva dádiva de sus compinches. A partir de ahora los homicidios, secuestros y varios etcéteras perpetrados antes de los años 2002 y 2003 no serán castigados. Bingo para el Chino, para militares criminales y hasta terroristas. Con tal de proteger al delincuente japonés, quince “padres de la patria” no dudaron en beneficiar a otros asesinos.

Mientras la Corte Interamericana de Derechos Humanos enciende las alarmas ante semejante flagelo al Estado de derecho peruano, voces como la del principal promotor de esta barbaridad –el otrora dizque demócrata congresista Fernando Rospigliosi– vocifera en Pasos Perdidos que la CIDH es prácticamente una alcahuete de la “mafia caviar”.

En esta misma semana, la hija del delincuente salvado por el Congreso, se convierte –otra vez– en protagonista de la noticia al iniciarse el juicio oral por el caso Cócteles. Entre fotos con su “papi” recién operado en una de las clínicas más exclusivas de Lima (mientras le sigue debiendo al Estado peruano 57 millones de soles) y su exmarido tratando de robar cámara besando a su flamante enamorada antes de entrar a la audiencia, Keiko Fujimori reaparece en el Poder Judicial más enérgica e indignada que nunca. Tanta intensidad solo tiene una explicación: terror. La lideresa naranja sabe que por lavado de activos, obstrucción a la justicia o las dos anteriores, en los próximos años podría regresar a Santa Mónica.

Por esto y más –mucho más– la digna heredera de fórmulas amarillistas y talentosa aprendiz de psicosociales, no duda en armar su propio show en los exteriores del Poder Judicial. Con transmisión en vivo desde las redes sociales de Fuerza Popular –y un colorido grupo de simpatizantes bailando al son del “chino, chino, chino”–, la eterna candidata se encarga nuevamente de victimizarse y advertir que es una perseguida.

Lo que no nos dice es que dentro del ramillete de jóvenes histriónicos que arengan su nombre y se mueven al ritmo de un táper hay por lo menos tres trabajadores del Congreso que escapan de su jornada laboral para ir a alentarla. Como si no fuera demasiado el dinero que se levantó en dos campañas electorales, la primogénita del expresidente japonés tiene parte de una hinchada que vive de nuestra plata y que –tal como se denunció en el portal periodístico Búnker el último martes– dejan sus puestos en el Parlamento para irse a apoyar a su maestra y mentora. Desgraciadamente, esto tampoco nos resulta suficientemente escandaloso.

Hace tan solo dos días, Morgan Quero, ministro de Educación, salió a decir que iría al Parlamento para responder ante la Comisión de Educación por el caso de las niñas awajún. El que debió ser interpelado y censurado por justificar las violaciones sexuales de cientos de menores de edad en la Amazonía peruana, solo contestará cualquier duda que puedan tener sus socios parlamentarios.

Lo que vemos es que en este Gobierno puede pasar todo y la reacción siempre es la misma: no pasa nada. El único “castigo” que recibió Quero de parte de su jefa –la presidenta– fue quedarse con la maleta y los crespos hechos. Al final lo desembarcaron del avión que lo llevaría, junto con la delegación peruana, a la travesía de la señora Dina Ercilia en tierras chinas. Se perdió el viaje y la posibilidad de posar junto a la jefa de Estado en el aeropuerto de París con su hoy famoso buzo de Los Simpsons

El viaje, que nos costó más de medio millón de soles, sirvió también para que Boluarte se diera tiempo para conceder una entrevista a un medio chino. La misma mandataria, que lleva más de noventa días sin responder a la prensa peruana, hasta lloró cuando fue consultada por los más vulnerables del país. Dina tiene que cruzar varios charcos para fingir algo de sensibilidad y pretender que la audiencia le crea tremendo “cuento chino”. Aquí no se atrevió ni a pedir perdón por lo dicho por su ministro con relación a los abusos sexuales y, mucho menos, por los sesenta muertos que ya suma su gestión. En Perú, la jefa de Estado, que no habla de relojes ni de cirugías, ha optado por ignorar a los periodistas y las denuncias que existen en su contra. En Asia, la señora habla de chifas, wantanes y hasta recomienda acompañar el arroz chaufa con una rica Inca Kola.

Al menos ya sabemos –literalmente– cuáles son las prioridades de esta gestión.

A su regreso, la presidenta se dirigió al país con un breve mensaje donde aprovechó para hablar de sus supuestos logros y de paso arremeter nuevamente contra esa prensa que tanto odia, la que jamás le preguntaría por sus antojos de tallarín saltado. Esa que aún sobrevive para denunciar y opinar. El periodismo, que según Boluarte, debería encargarse de informar (24/7) sobre los alcances positivos de su gestión y no ver lo “malo”. El nivel de cinismo de Dina Boluarte es como su indolencia. Insuperable. Ni siquiera dijo algo sobre los dos invitados de honor a la cena de gala con su homónimo chino, que no son ministros, tampoco parte de la delegación de funcionarios de Palacio que la acompañó, no figuran en la lista de empresarios que también viajó, pero que estuvieron muy entretenidos comiendo cerca del presidente Xi Jinping y que llegaron con invitaciones personalizadas. Casualmente, uno de ellos es hijo de un amigo de Dina Boluarte y su esposa, una regidora de la municipalidad de Magdalena que alguna vez acompañó al alcalde a Francis Allison para sentarse en la misma mesa de trabajo donde estaba la jefa de Estado. Imposible hablar de coincidencias. En política, sobre todo en la peruana, las casualidades no existen.

No recuerdo haber estado peor que ahora y tampoco recuerdo tanto desinterés de la gente en exigir un Perú por lo menos más decente. Lo que nunca olvidaré son estos tiempos tan oscuros, grises y sombríos. Estamos tan acostumbrados a la mentira, corrupción e impunidad, que ya nada nos sorprende. Como si nos hubieran convencido de que esta miseria es lo que merecemos. Como si estuviésemos conformes con tan solo respirar un aire putrefacto y tóxico con tal de seguir viviendo. Eso es lo más triste. Esto no es vivir. Lo que estamos haciendo es sobrevivir –a duras penas– a una desgracia que no tiene cuando acabar.❖

Juliana Oxenford

La chúcara

Madre de vocación y fanática de Rocío Dúrcal. Periodista con más de 26 años de experiencia. Comenzó su carrera en 1997 como reportera de deportes y luego haciendo notas culturales. Pasó por diferentes radios hasta aterrizar en Latina e incorporarse al staff de reporteros de César Hildebrandt. Posteriormente, fue parte de los programas dominicales Panorama, Día D y Punto Final donde formó parte del equipo de periodistas de investigación. Fue conductora de programas de entrevistas en radio y TV en Capital y RPP y Latina. Tres años después , debutó como directora (además de presentadora) de Al Estilo Juliana en ATV.