Confío en que, al momento de leer la presente, goce de buena salud. Me corrijo: celebro que goce de tan buena salud, ahora que lo hemos visto, rozagante y feliz, firmando su afiliación al partido que lidera su hija. ¡Quién lo hubiera dicho cuando, hace poquito nomás, suplicaba, en un video desde su lecho de moribundo, que no lo regresaran a prisión! Hoy, por lo que se ve, es el moribundo más sano del mundo. ¡Milagro divino! ¡Te alabamos, Señor!
Y aunque, en ese mismo video, pedía que no lo usaran como arma política, hoy lo vemos dispuesto a convertirse en la katana electoral de su hija, aquella que perdió tres elecciones y a la que hoy parece preparado a apuntalar en su próxima campaña.
Pero hay algo que no comprendo: ¿cómo le explicará a su hijo, ese que se enfangó por su libertad y que, luego, sufrió las represalias de su hermana —y sus partidarios—, que hoy va a apoyar a quien fuera su verdugo? ¿Le dirá que no hay que ser “un caído del palto” (una de sus frases favoritas) y que, piña pues, ahora ya no lo necesita? ¿Le soltará una mentira?
A propósito, debe reconocer que usted siempre ha tenido una intensa pulsión por la mentira. Todos nos acordamos de su “intoxicación” con bacalao, tan conveniente para evitarle confrontar a la opinión pública por el asunto de Pampa Bonita, esa parcelita que se adjudicó sin que le correspondiera. También cuando, ya destapada la corrupción de su régimen, nos dijo: “Me voy a Brunéi y regreso”. Y nunca regresó. Más bien nos mandó, bien firmadita, su renuncia por fax.
Por todo eso, los peruanos no le creemos ni lo que come. Aun así, aceptamos que hizo algunas cosas bien. La primera, que aplicó el plan de gobierno de Mario Vargas Llosa, su rival en el 90, tras jurar que no lo haría. Eso logró frenar la desbocada hiperinflación que dejó Alan García. Hay aguafiestas que dicen que cualquiera hubiera tenido que hacerlo, porque ya habíamos tocado fondo, pero, ya, le concedemos el mérito.
Y está el tema del terrorismo. Fue durante su gobierno que se capturó a Abimael Guzmán, el hecho que marcó la derrota de Sendero Luminoso. ¿Fue su mérito? Todos saben que lo capturó el GEIN, esa unidad que se fundó en el gobierno de García (¿Ve? Todos pueden hacer algo bueno) y que trabajó a la sombra, sin apoyo, a tal punto que cuando cayó el líder terrorista, usted estaba, ajeno a todo, pescando truchas con su hijo Kenji en Yurimaguas.
En fin. Lo cierto es que, por esos dos dudosos aciertos, usted quiere cobrarnos una deuda eterna y pretende que nos olvidemos de que, en el camino, violó la Constitución, reprimió a sus opositores, robó en paila, permitió que se torturara, secuestrara y asesinara, todos cargos por los que ha sido condenado. Es, más o menos, como si ese marido infiel, que golpea, viola y maltrata a su mujer, exigiera fidelidad eterna a su víctima solo porque siempre le dio el dinero para el diario.
Pero, debo reconocer, hay todavía una cantidad de compatriotas que sufren del síndrome de la mujer violada y lo ven como un salvador de la patria. Por suerte, son cada vez menos. Y no solo porque, pese a todos sus intentos de reescribirla, la historia lo está juzgando, sino porque su hija demostró, cuando tuvo mayoría en el Congreso —y aún hoy, con la infame alianza política que encabeza—, lo que sería el fujimorismo (otra vez) en el poder. Por eso, la suma de su intención de voto no llega ni a un quinto del país, pese a las mentiras, las componendas y las violaciones a la Constitución (¡caramba, qué coincidencia) que perpetran desde el Congreso.
Por eso le escribo. Para pedirle que, por una vez, una sola vez en su vida, piense en el Perú y no en su conveniencia personal. A su edad que, enfermo o no, lo acerca al final de la vida, reflexione. ¿Para qué seguir perturbando al país con sus ambiciones? Usted sigue siendo un condenado purgando pena fuera de la cárcel y no puede candidatear. La ley se lo impide. Pero sabemos que, igual, lo hará. Porque violar leyes, para ustedes, es un hobby.
Y no nos insulte apelando a una enfermedad terminal que no existe. Ningún enfermo terminal coquetea con candidaturas políticas. Tampoco nos insulte creyendo que somos unos amnésicos. Lo recordamos todo. El grupo Colina, las privatizaciones truchas, los robos, la corrupción, el edecán que disfrazó de fiscal, la prensa chicha, los 57 millones de reparación que no ha pagado, su candidatura al senado japonés, la CTS de Montesinos…
A propósito, también recordamos que Montesinos lo hizo todo por usted (comprar conciencias, traficar con armas, manejar comandos de aniquilamiento, malversar dinero público, humillar a las fuerzas armadas), por lograr su reelección infinita. Y que usted lo sabía todo. No lo niegue. Porque, si no, solo queda la otra opción: que era un imbécil que no se enteraba de nada.
Señor Fujimori, no niego que, hace un tiempo, al verlo agonizante, clamando clemencia, sentí pena por usted. No sabía cuánto mentía, así que me ganó la empatía. Empatía, sí. Le explico: empatía es eso que usted jamás sintió por las víctimas de su régimen. Ni siquiera por ese niño de ocho años que, en una pollada en Barrios Altos, tuvo como última visión de su corta vida el fuego que escupían las ametralladoras del grupo Colina. Usted nunca tuvo clemencia. Nunca se acercó a los familiares de las víctimas ni les tendió una mano. Prefirió premiar a los asesinos y perseguir a los deudos.
Y ahora, fiel a su naturaleza, quiere candidatear y cree que la tiene fácil. No se equivoque y piénselo dos veces. No desafíe a este país que hoy intenta, a duras penas, salir del lodo con el que usted lo cubrió. Enfrente sus responsabilidades, pida disculpas y pase a vivir sus últimos días con algo de la dignidad que nunca mostró. Tal vez así, la historia tenga alguna piedad con usted y su memoria.
Sin otro particular,
Una peruana
Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.