Israel e Irán en el abismo de la represalia, por Ramiro Escobar

"Estas alturas del incendio en curso, las señales dicen que Netanyahu oye más a las armas, que no quiere el Estado palestino, que no le importa parar la masacre en Gaza. Y que Irán no puede neutralizar su odio, ni extinguir el fuego bélico y verbal".

Irán e Israel están al borde de un despeñadero. Y lo saben. Tras el ataque con drones y misiles perpetrado el sábado pasado por el régimen de los ayatolás, en respuesta al bombardeo del consulado iraní en Damasco el primero de abril, los halcones de ambos gobiernos vuelven a mostrar los dientes. La región tiembla. Los poderosos del mundo piden contención. Los civiles sufren. 

Según la versión oficial iraní, todo podría quedarse en ese tenebroso intercambio que se cobró víctimas al menos siete víctimas en la sede diplomática. Pero el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu anuncia que igual va a responder. No dice cuándo, ni cómo, como es obvio. Parece importarle poco que su venganza, y la nueva venganza iraní, aumentarían la hoguera.

Lo peor de todo es que los dos países tienen -o tendrían, siempre hay una niebla sobre el tema- bombas nucleares. Listo: ya encontramos la forma de sumar una locura más sobre la pandemia, la guerra en Ucrania y el hambre en el mundo. Como ambos se caen re-mal, como sus líderes no encuentran la forma, ni siquiera, de calmarse, llaman al espanto sin rubor.

Irán es un enemigo acérrimo de Israel desde que, en 1979, llegó al poder el ayatolá Jomeini, que dejó en su país un legado anti-israelí militante que no ha cesado. Para el gobierno iraní, el país de los rabinos, las sinagogas y los lugares santos no debería existir. Es un intruso y, por eso, desde tiempo atrás, ha activado a sus aliados en el Líbano, Siria y Palestina para atacarlo.

No se contiene. Pero Israel tampoco se contiene. Desde que libró la primera guerra contra los países árabes, en 1948 (llamada la ‘Guerra de la Independencia’), ha ocupado territorios casi sin medida ni clemencia. Ha desoído las resoluciones de Naciones Unidas sin inmutarse. Salvo en algunos momentos esperanzadores, como cuando vivía Isaac Rabin, ha sido sordo a los reclamos.

Ahora, lo que ocurre en la franja de Gaza es, justamente, un trance de extrema ausencia de contención. Más de 30.000 muertos como respuesta al infame ataque de Hamás del 7 de octubre del año pasado, que produjo unos 1200 muertos y cientos decenas de secuestrados, equivale a elevar la represalia hasta lo inenarrable. Es borrar la palabra con el humo de los misiles.

Le he escuchado decir a más de un jefe militar israelí que “no están luchando contra el pueblo palestino, sino contra Hamás”. Quisiera creerles, pero las cifras no cuadran. No pueden ser parte del objetivo militar miles de menores de edad victimados. No se puede decir que se es cuidadoso con los civiles cuando no se deja entrar ayuda humanitaria, o se ataca hospitales sin piedad.

No lo creen ni UNICEF, ni la OMS, ni Médicos Sin Fronteras, ni nadie que haya caminado por los escombros de la franja de Gaza. Es cierto que el gobierno iraní es un actor siniestro en este escenario de horror, que ayuda a Hamas, a Hezbolá (la guerrilla chií libanesa), que trata malamente a su población, y que provocó en 2022 la muerte de la joven Mahsa Amini.

Amnistía Internacional ha reportado que, incluso, varios de quienes protestaron por este crimen habrían sufrido la pena de muerte (si se puede ‘sufrir’, porque es simplemente la eliminación oficial de una persona). Es un régimen impresentable, que tiene sometida a su población. Por lo mismo, arrastrarlo a una espiral de venganzas es echar petróleo crudo al conflicto en curso.

¿Tiene una oportunidad la diplomacia? Siempre la tiene. Es la última palabra que debe apagarse. Pero, a estas alturas del incendio en curso, las señales dicen que Netanyahu oye más a las armas, que no quiere el Estado palestino, que no le importa parar la masacre en Gaza. Y que Irán no puede neutralizar su odio, ni extinguir el fuego bélico y verbal. Felicitaciones. Sí que quieren un mundo mejor. Donde la represalia infinita sea nuestra maestra y guía hacia la nada.

(*) Profesor PUCP

Ramiro Escobar

Meditamundo

Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.