Gustavo Adrianzén se presentó ayer en el Congreso para pedir el voto de confianza de los congresistas. Para lograrlo, leyó una larga presentación de sus propuestas de Gobierno, entre las que precisó cuáles serían los ejes principales: reactivación económica y lucha contra la inseguridad ciudadana. Anunció que en esa dirección se esperaba que les concedieran facultades para legislar en esas materias.
Una vez concluido el discurso, se dio inicio al debate congresal, con intervenciones que abundaron en críticas, sarcasmos y visibles contradicciones con el Ejecutivo. El analista político Juan De la Puente ha señalado que hacía tiempo no escuchaba posiciones tan duras y discrepancias tan abiertas.
Posiblemente, se trate de esta suerte de disociación que están sufriendo en ambos poderes del Estado. Por un lado, Adrianzén, quien ha insistido en su promesa de austeridad, atacando a las consabidas consultorías que ya se han convertido en un lugar común del mensaje de la coalición conservadora que gobierna el país.
Sin embargo, se olvida de la austeridad cuando hace pocos días se otorgaron 50 millones adicionales de presupuesto al Congreso, que se suman a los otros 50 millones que se entregaron el año pasado. Esos aumentos incesantes se han traducido en bono tras bono concedidos a los congresistas y a los trabajadores parlamentarios, y que los convierten en reales privilegiados en un país en recesión y sumido en graves problemas económicos.
Los congresistas tampoco se han quedado atrás y han protestado enérgicamente por la poca transparencia en los temas que comprometen a la presidenta Boluarte. Se piden explicaciones, se solicita celeridad en informar, se plantean una serie de razones para no conceder la ratificación que están buscando, entre ellas la falta de respuestas oficiales sobre las joyas suntuosas y los movimientos bancarios recientes.
Sin embargo, el discurso tanto del Ejecutivo como del Legislativo va a contrapelo del voto. Se habla mucho, pero al final se eligen el sueldo del fin de mes, las prebendas y los bonos infinitos que se embolsicarán sin pudor. La austeridad también es una palabra sin mayor sentido, una promesa vacía. Una disociación de la realidad.
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