Las élites políticas representadas hoy por la presidenta Dina Boluarte y el Congreso de la República, las instituciones desprestigiadas del Estado, y los oligopolios privados que tienen capturada a la economía orbitan hoy -exclusivamente- alrededor de su propio mundo, ajeno al mundo amplio y mayoritario de los que sufren la informalidad, pobreza, hambre y miseria. Son dos mundos divididos que -en el Perú- van hacia un choque cuyas consecuencias desconocemos.
Tender puentes de entendimiento en esta división no es más posible con el actual régimen de la Presidenta Boluarte, rechazado por más del 90% de la población. División materializada en la incapacidad de oír la tragedia de los que se ahogan en el abandono, tal y como sucedió antes con el COVID, que produjo 300 mil muertos, los cuales no podrán borrarse fácilmente de la conciencia colectiva.
La Presidenta Boluarte profundiza este quiebre entre millones de ciudadanos y el Estado al utilizar la construcción de la nueva carretera central como legado de su gobierno, una obra cuya inversión de 24 mil millones de soles se financia con el esfuerzo y trabajo peruano.
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Esta declaración pone, en segundo plano, la vida de aquellos que sufren pobreza y miseria, reflejando una opción política que ignora a la población menos favorecida. La elección de este pretendido legado faraónico atiza las actuales condiciones de confrontación y violencia, agudizando así la fractura nacional. No obstante, debemos ser claros: El verdadero legado de la Presidenta Boluarte son las decenas de peruanos asesinados por su gobierno cuando exigían justicia.
El régimen de Dina Boluarte ofreció 369 millones de dólares y ganó la realización de los Juegos Panamericanos en Lima el 2027, cuyo objetivo es brindar deportes completos al pueblo. Este espectáculo se paga con dinero público y alimenta las ganancias de los auspiciadores y otros participantes.
La estrategia de Dina Boluarte presupone atraer a la gente con sensaciones y emociones como lo hacen las marcas comerciales con el espectáculo deportivo. En este ambiente propio del marketing queda claro que no gana la mayoría, sino los políticos corruptos, comisionistas, asesores, prestadores de servicios, negocios y los corporativos de las empresas. El Ministro de Economía ha sostenido orondo que la rentabilidad por cada dólar invertido es de 4 veces más.
El gobierno proclama que se crearán miles de trabajos pero son, sobre todo, puestos marginales de menos de 800 soles, que es el ingreso mensual de 1 millón 700 mil limeños, según el INEI. Son sueldos miserables para quienes no tienen trabajo y aceptan lo que sea.
Flora Tristán, nuestra compatriota y luchadora social, escribió una carta a los peruanos en agosto de 1836, donde dice: “en el Perú la clase alta está profundamente corrompida y su egoísmo la lleva, para satisfacer su afán de lucro, su amor al poder y sus otras pasiones, a las tentativas más antisociales”.
El egoísmo que Flora Tristán denuncia en el siglo XIX nos demuestra que no hemos avanzado en el campo político y que seguimos divididos en dos mundos irreconciliables. Que solo es posible dejar atrás cuando el Perú expulse a los corruptos y mafiosos del Estado y sea una nación de ciudadanos libres.
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