El pedido de Washington para que Ucrania no ataque plantas petroleras rusas vuelve a confirmar un cambio importante en la naturaleza de la guerra. La idea es que los ataques encarecen el combustible en el mundo y —en esa medida— son contraproducentes. El llamado de atención será atendido, como que lo hace un importante proveedor de recursos.
En cierto modo los ucranianos pelean acotados, en medio de llamados a que no vayan a entrar seriamente a Rusia, pues eso podría traducirse en una reacción rusa difícil de controlar. Vladímir Putin ha aprovechado la idea para ir escalando sus amenazas a Europa entera: ayudar demasiado a Ucrania puede afectar a Europa entera.
Algo parecido, en otra línea, se está dando con Tel Aviv. Los EEUU y la Unión Europea le piden controlarse en el castigo a los civiles palestinos atrapados en la Franja de Gaza. Aquí el reparo es, además de moral, una visión de que el creciente desprestigio de Israel está contagiándose a buena parte de Occidente.
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Vemos que las guerras ya no son, por decirlo de alguna manera, independientes. Se están dando en el contexto de los intereses de varios círculos de la humanidad. En primer lugar, los de las grandes potencias, geopolíticas y comerciales. Luego los de las redes económicas de todos los países menores. Una guerra, una menor incluso, nos afecta a todos.
Así, todo el que blande un arma, no importa con qué fines, es inevitablemente socio de alguien más poderoso. No es novedad, pero nunca ha estado tan difundido. Irán, por ejemplo, forma una frondosa red de grupos armados por todo el Medio Oriente. Es una forma de proyectar poder militar minimizando el riesgo implícito.
De modo que los únicos con capacidad de entrar a la guerra sin las manos atadas, mucho o poco, cada vez van a ser más los grandes países. Como sucede con ciertas ramas de la producción, en última instancia la independencia del Estado-nación cada vez depende más de su tamaño. En este esquema, importantes guerras del siglo XX no se hubieran podido dar.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).