Nuevamente, Carlos Tovar, el genial caricaturista Carlín, es objeto de ataques y amenazas por parte de instituciones y personas que consideran que sus dibujos afectan de alguna manera su honorabilidad o integridad. Son reacciones que buscan coartar la libertad de expresión del dibujante y del medio de comunicación que transmite las caricaturas, vía el impreso o la web.
Carlín es un intérprete de la realidad. Su trabajo de larga data es reconocido y aplaudido porque expresa un punto de vista, un análisis y crítica, una lectura a veces descarnada de lo que acontece, desde el humor.
En este caso, es una caricatura de policías clasificados entre buenos y malos. En un país que a diario se entera de agentes que lideran bandas criminales, mantienen el secreto sobre los responsables de las muertes de más de 49 personas en las protestas de hace un año o que cotidianamente cobran coimas, decir que el caricaturista lesiona la imagen institucional es más que una exageración, una intentona inútil de tapar el sol con un dedo.
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Para saber que hay buenos y malos policías solo basta ver la calificación de la ciudadanía sobre la institución, pues un 77% no confía en la PNP, según el INEI (set. 2023). Es decir, Carlín no ha graficado algo que el Perú no sepa y mayoritariamente piense.
En cuanto a procesar legalmente al caricaturista y al medio de comunicación, hay que recurrir para la respuesta a toda la legislación que protege en el país a la libertad de prensa. El TC ha establecido el criterio subjetivo del punto de vista y la interpretación, considerados como ejercicio de la libre expresión. El acoso contra Carlín se suma al que sufren Rosa María Palacios, asediada y agraviada, y César Romero, espiado.
Se han pronunciado a favor del derecho de Carlín a interpretar la realidad desde su óptica el Consejo de la Prensa, la SIP, IPYS, ANP, Colegio de Periodistas, el propio relator de Libertad de Expresión de la CIDH y organizaciones sociales y colectivos, que responden así a un nuevo intento de menoscabar los derechos ciudadanos. Hay que reiterarlo muchas veces hasta que desde el poder se entienda: la base de la democracia es la libertad de expresión.
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