Manuel d’Ornellas habló en su momento del ‘fujimorismo sin Fujimori’, una ruta que hoy parece que quisieran emular algunos alrededor de la idea —inviable, por cierto— del ‘castillismo sin Castillo’.
El planteamiento de d’Ornellas buscaba una ruta de salida de un régimen con rasgos sin duda autoritarios, pero que resolvía problemas desde la crisis económica hasta el terrorismo, pasando por la paz con Ecuador, con el fin de quedarse con lo bueno y cortar lo malo.
Un cuarto de siglo después, hay grupos de exfuncionarios del régimen anterior y gente con vocación de incursión o retorno a la política, que quisiera construir un ‘castillismo sin Castillo’ como alternativa que recoja el sentimiento de la mitad del país que en 2021 votó por Perú Libre, pero sacudiéndose de las taras de ese gobierno.
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Es gente que tiene distancia del gobierno de Dina Boluarte que reemplazó al de Pedro Castillo, por razones ideológicas, porque se la jugaron políticamente por esa administración, o por los dos motivos anteriores, y que hoy lanzan iniciativas democráticas que también incluyen el adelanto electoral.
El problema es que, a diferencia del ‘fujimorismo sin Fujimori’, el ‘castillismo sin Castillo’ no tiene nada que mostrar: su legado histórico es inexistente.
Primero, pues esa administración significó un grave retroceso económico. La ineptitud de quienes llegaron al poder nunca se había visto en el Perú.
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Segundo, casi no hay persona de rango alto e influencia del gobierno de Castillo que salga ileso. Castillo en la cárcel por ladrón y golpista; Vladimir Cerrón corrupto y prófugo; Guillermo Bermejo con graves acusaciones; Aníbal Torres, Betssy Chávez y los ministros más notorios, como Roberto Sánchez, procesados; y Verónika Mendoza con la credibilidad arruinada por apoyar a quien destruía lo que ella supuestamente defendía, junto con muchas personas más que apoyaron al gobierno y que, pese a no estar directamente vinculadas a delitos, quedan manchadas por la sombra del gobierno del combo de ineptitud con corrupción.
El legado del gobierno de Castillo se parece a un prontuario, a una olla de la que no queda ningún concolón por rascar, sin un legado histórico que pueda parir una corriente política viable.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.