En tiempos de individualismo, división y continua legitimación de distintos tipos de violencia, proliferan discursos que trivializan la pobreza, así como la desigualdad de oportunidades y de género del estilo ‘‘el pobre es pobre porque quiere’’, ‘‘tú te generas las oportunidades’’ y ‘‘las mujeres deben empoderarse solas’’. Lo escuchamos en los últimos días de dos hombres que, además, son figuras públicas de alto perfil.
No son simples comentarios. Detrás de estas afirmaciones hay reducciones peligrosas que ignoran, seguro que a consciencia, la forma en que estructuras sociales, económicas y de género influyen y atraviesan a las personas, prometiéndoles un futuro brillante o, por el contrario, condenándoles a uno de dificultades. El argumento de que la pobreza y/o la precariedad son elecciones personales omite las barreras sistémicas que perpetúan la desigualdad.
La falta de acceso a educación de calidad, la discriminación clasista y la escasez de recursos para formar contactos, entre otros, son obstáculos que no se superan solo con voluntad y ganas. Si solo tomamos eso en cuenta, pasamos por alto la urgente necesidad de abordar problemas sistémicos y demandar políticas públicas transformativas e inclusivas, igual de estructurales.
No vivimos en una sociedad equilibrada porque hay sistemas que favorecen a algunas personas, pero que marginan a la mayoría. El acceso o la posibilidad de ‘‘generarnos oportunidades’’ no es igualitaria porque están influenciadas por factores como el origen social y económico, la raza y/o el género. Participar de forma justa y equitativa implica reconocer estos cruces y abordarlos en lugar de hablar despectivamente de quienes se encuentran en situación de pobreza, atribuyendo su fracaso únicamente a la iniciativa personal.
Por otro lado, exhortar a las mujeres a que se ‘empoderen’ por sí mismas y a no ‘recibir regalos’ de nadie, ignora las obstrucciones históricas que han limitado su emancipación, su participación civil, política y su progreso. Y aunque hay todo un debate entre los propios feminismos sobre la carga de la promesa de ‘empoderamiento’, que las mujeres tengan conciencia de la desigualdad y luchen por contrarrestarla, de acuerdo a las vivencias que las atraviesan, sí es una forma de volverse más poderosas.
Detrás de estos discursos, que hacen tanto sentido y calan tan bien en las sociedades actuales, está la promoción del individualismo y la normalización de un sistema de opresores y oprimidos. Frente a ello, reconocer la responsabilidad colectiva es crucial para construir una sociedad más igualitaria que, por el contrario, problematice y condene este tipo de mensajes.
Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.