¿Cómo son las universidades-trafa que el Congreso está promoviendo al ritmo de medio centenar? Podemos imaginar locales sin biblioteca, laboratorio, auditorio, servicios de diverso tipo o facilidades electrónicas. Todo eso va a venir más adelante, se les dice a los alumnos a la hora en que estos se matriculan.
Alguien dirá que los recursos materiales no son lo importante, sino la gente que participa. Pero la universidad-trafa que imaginamos está compuesta por personas sin credenciales académicas o, peor todavía, con credenciales académicas falsas. Esto incluye por cierto al rector del flamante establecimiento.
Para justificar cobros es indispensable tener aulas donde el contratado pueda dictar sus horas-pizarrón, que son complementadas con horas-Zoom. Puede haber un cabeceado de las dos cosas, con lo cual no es necesario que los señores catedráticos se asomen por la sede educativa en cuestión. En estos tiempos ni el cajero tiene que ser presencial.
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Por lo general, el rector no es el propietario del negocio, quien tiene tareas más importantes, como ocupar cargos públicos o tratar de hacerlo. Los dueños de universidades que han hecho carrera política en el país y enriquecido por el camino son un ejemplo magnético para todo tipo de emprendedor afanoso.
Además, una universidad-trafa es una rica fuente de jóvenes desorientados (por sus propios maestros) que pueden ser usados para diversas tareas de actuación en el espacio público. El partido político del dueño y sus otros negocios son destinos casi naturales para estos jóvenes y los distraen del hecho que no están recibiendo una real educación superior.
Pero no solo gana el dueño. Los alumnos de universidades donde no pasa académicamente nada son panales de rica miel para organizaciones violentistas, locales o nacionales, o para negocios criminales al menudeo, buscando gente que trabaje de cualquier lado del mostrador. Negocios criminales que deben estar detrás de varias de las 50 iniciativas del Congreso.
Pero lo peor es cuando el alumno termina y va descubriendo que buena parte de, por no decir toda, la papelería de su alma mater no vale el papel sobre la que está impresa. Nadie denuncia esto último, pues en ello son cómplices dueño, alumno, profesor y el Estado que permitió que todo se pusiera en marcha.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).