Solo hasta octubre de este año se han registrado 142 feminicidios y 211 tentativas de feminicidios. Las cifras de estos crímenes de odio no bajan desde hace 7 años en nuestro país. Además, se han atendido cerca de 145.000 hechos de violencia contra la mujer y solo una tercera parte de feminicidas sentenciados, todo esto según información del Ministerio de la Mujer, han sido recluidos en un penal.
De más está decir que el enfoque principal debe girar alrededor de las víctimas: las mujeres; no obstante, para entender las profundidades del problema, integralmente, es necesario tratar de ingresar a la mente, al alma, si es que la tiene, de un feminicida. No han sido pocas las veces en las que, durante visitas periodísticas a diversos penales del país, he tenido la oportunidad de entrevistar, fuera de cámaras, es decir, más que entrevistas, conversar, con presidiarios que purgaban condena por haber asesinado a una mujer.
En la mayoría de los casos hablamos de celos enfermizos, imparables, implacables, que avanzan impertérritamente, que no resisten racionalismos de ningún tipo, que pueden mucho más que uno. Los orígenes se conocen: padres maltratadores, tremendamente machistas, que ejercieron violencia contra ellos, sus madres y sus hermanas; esas son las fuentes, pero luego estos individuos crecen y tienen nuevas relaciones.
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Los monstruos que llevan dentro crecen también, porque los celos por cualquier motivo, por el ex, por amigos, por miradas a otros, por no querer retomar la relación, son un dolor insoportable, que avanza, que se retroalimenta, que quema por dentro. Un dolor que, en modo alguno, por más terrible que se sienta, justifica que la violencia y las ganas de matar se presenten como una cura a esa laceración demoniaca.
Por eso, está en nosotros, los hombres, acudir a ayuda profesional, reconocer al monstruo viniendo, ir a los centros comunitarios de salud mental de las municipalidades y entregarse, recibir ayuda, aceptar la ayuda. Hacernos responsables, tener la valentía y el temple de hacernos responsables, solo así, desde nuestra orilla masculina, podremos derrotar a ese monstruo en el que nos podemos convertir si le dejamos todo a ese dolor que mata y asesina mujeres.
René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.