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“Ahora dilo sin llorar”, por René Gastelumendi

“¿Es malo llorar? Los hombres, ¿no pueden llorar?, ¿solo los débiles o los ‘derrotados’ lloran?”.

Sí, “ahora dilo sin llorar”, es la frasecita de turno que usan frenéticamente en las redes, desde un presidente como Bukele hasta cualquier trol con rasgos autoritarios que compensan sabe dios qué carencias tan ocultas como su identidad.

No solo los troles, también muchos políticos, personalidades diversas que, cuando, coyunturalmente, algún desenlace favorece sus posturas, la utilizan porque, todo indica, se trata de una de las pocas oportunidades de sentirse falsamente poderosos o superiores. ¿Es malo llorar? Los hombres, ¿no pueden llorar?, ¿solo los débiles o los “derrotados” lloran?, estas preguntas plantean que el llanto, sobre todo en un debate, en una dialéctica de barras bravas, de política futbolizada, llena de prejuicios machistas y complejos no resueltos, es mal visto, pésimamente visto.

Yo sí lloro, pues, y ¿cuál es el problema? Nos cuesta entender que alguien que llora puede ser mucho más valiente que uno; alguien que llora y que no oculta sus lágrimas puede ser mucho más valioso que uno, más sano, más resuelto, más feliz.

“No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre” le decía su madre a Boabdil cuando contemplaba su Granada perdida a manos de los cristianos en la España de 1492, este es un ejemplo de cómo el llanto era y es, hasta ahora, en muchos espacios, aceptable solo en las mujeres o en los hombres que no son tan machos porque “los hombres no lloran”, pues, ¿no? ¿Qué ganas, amigo, amiga, usando esa frasecita?, ¿cómo te hace sentir? Desde esta humilde columna no niego el derecho a usarla, no la veto, no la censuro, solo, con la misma libertad que tú tienes de usarla, la cuestiono, porque estoy convencido de que aquella frase representa una de las grandes taras del diálogo y el entendimiento político: pensar que estamos en una guerra, en un enfrentamiento tan binario como facho versus caviares, en un partido Universitario versus Alianza en el que tenemos que liquidar, anular al enemigo, creyendo que haciéndolo llorar, o si es que llora por sí solo, cumplimos esas fantasías tan infantiles, tan paralizantes, que nos siguen conduciendo a esta misma situación de la que no podemos escapar, porque tal vez no podemos escapar. Ahora tú dilo sin llorar, yo lo digo llorando y no me importa.

René Gastelumendi

Extremo centro

René Gastelumendi. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.