Más calle, por Paula Távara

“La teoría nos dice también que ‘el control efectivo de la agenda’ por parte de la ciudadanía es requisito también de la democracia. ¿Qué control ha tenido la ciudadanía de las reformas aprobadas estos días?”.

La teoría puede ser descrita como el conjunto de reglas, principios y conocimientos que definen, describen, relacionan y explican fenómenos de interés, buscando identificar sus relaciones y factores causales. Estas son, además, construidas a partir de la observación, la experiencia o el razonamiento.

Cuando hablamos de la política o la democracia, las diversas teorías nos permiten explicar el funcionamiento del Estado y sus instituciones, los partidos políticos, los sistemas electorales, entre otros.

Estas teorías suelen —y deben— ir de la mano con el estudio comparado de su aplicación en unos u otros contextos y cómo estos se vinculan a su éxito y fracaso. A partir de ese análisis procedemos a construir modelos, buenas prácticas, políticas públicas sobre aquello que entendemos útil o positivo para el desarrollo de determinadas materias.

Ese es el caso de propuestas y modelos de “lo que funciona” para mejorar la democracia y la representación que han estado muy presentes en los últimos años en nuestro país, que, carcomido por una crisis política crónica, el desorden institucional y el distanciamiento entre representantes y representados, busca alternativas que permitan solucionar estos problemas y afianzar una joven y frágil democracia. O salvarla de su fin.

Así, en un esfuerzo por dar las mejores alternativas, hemos escrito —la mayoría de las veces con las mejores intenciones— largas páginas sobre la relevancia de la reelección parlamentaria para la construcción de políticos profesionales, las ventajas de la bicameralidad para mejorar la calidad legislativa y servir de barrera o filtro de normas inconvenientes, y la importancia de fortalecer partidos políticos de carácter nacional para garantizar una mejor representación de la ciudadanía.

Todo esto es real como argumento de regímenes comparados y de teorías de la democracia (materias de las que tengo el honor de ser docente), pero analistas y académicos tenemos la responsabilidad de contrastar permanentemente la teoría con lo que ocurre en la realidad y la coyuntura. Con lo que ocurre en la calle.

Haciendo eso, correspondería reconocer que ninguna de esas reformas propuestas, funcionando aisladamente, resuelven las causas de nuestras crisis. Y que la integralidad de las medidas propuestas está muy lejos de ponerse en práctica.

Porque la bicameralidad y la reelección no vienen solas, sino de la mano de la eliminación de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), con el incremento de vallas para conformar partidos (no para fortalecer el sistema, sino para reducir la competencia) y la intención de eliminar los movimientos regionales. Incluso se ha planteado la eliminación de la paridad y alternancia en listas electorales.

Este conjunto de cambios nos condena a ver cómo se perpetúa en la política el elenco deslegitimado que nos gobierna hoy. No será cuestión de “no saber votar”, sino de unas listas electorales de más de lo mismo.

Lo otro, que no debiésemos olvidar, es que la democracia no va solo de hacer lo mejor para el sistema democrático, sino de hacerlo, antes que nada, desde la legitimidad de una decisión ciudadana. Son los ciudadanos y ciudadanas el fin último del Estado y de la democracia.

De hecho, la teoría nos dice también que “el control efectivo de la agenda” por parte de la ciudadanía es requisito también de la democracia. ¿Qué control ha tenido la ciudadanía de las reformas aprobadas estos días? ¿Es válido hacer “reformas incómodas” a cualquier precio? ¿Es posible creer que fortalecemos la democracia si lo hacemos de la mano de quienes desprecian la democracia?

Tenemos el reto de mirar, y oír, más a la calle y a los problemas de fondo que dificultan que nuestra teoría dé los frutos que necesitamos. Y el de reconocer la “calle” (como viveza) de quienes solo buscan perpetuarse.

larepublica.pe
Paula Távara

Politóloga, máster en políticas públicas y sociales y en liderazgo político. Servidora pública, profesora universitaria y analista política. Comprometida con la participación política de la mujer y la democracia por sobre todas las cosas. Nada nos prepara para entender al Perú, pero seguimos apostando a construirlo.