Un fenómeno muy perjudicial en el Perú y el mundo hoy es la pérdida del sentido del valor de la verdad por el avance indetenible del afán de que el deseo personal se haga realidad, a lo que contribuye la consolidación del establecimiento de un sistema de mundos paralelos en los que cada uno busca, y suele conseguir, únicamente lo que quiere encontrar.
La búsqueda de la verdad siempre ha sido un emprendimiento complejo, pero hoy se ha convertido en una ilusión con frecuencia inalcanzable, pues hay muchos que, sencillamente, no quieren llegar a ella debido a que ya tienen de antemano una ‘verdad’ que ya ha sido coronada como tal.
En un contexto cada vez más polarizado, las redes sociales permiten que, al seleccionar por afinidad política, cultural o emocional a quién se sigue y a quién no, uno mismo construye su propio entorno digital que avala y refuerza lo que se quiere obtener y descarta lo que colisiona con lo que espera que sea verdad. Fuera de las redes, abundan cada vez más las personas que solo dialogan con las que nunca van a discrepar de ellas.
Las redes y también los medios traen mucha mentira con información irresponsable, sin verificación o construida adrede para desviar la actitud general hacia destinos de conveniencia para sus autores, quienes recurren a verdaderos ejércitos de troles.
Pero todo eso será insignificante con la inteligencia artificial, la cual exacerbará el fenómeno de la imposibilidad de llegar a la verdad. Seguramente esta va a traer muchos beneficios para la humanidad, pero, también, algunos costos significativos, siendo, quizá, el peor de todos el de la duda permanente de saber qué es verdad y qué mentira.
Es un problema que tendrá incidencia relevante en muchos ámbitos, incluida la política cotidiana, y con más gravedad en los procesos electorales.
Lo más penoso es que eso importa cada vez menos, pues hoy se percibe en general un interés decreciente por la búsqueda de la verdad, aun sabiendo que se trata de un asunto complejo y a veces imposible, debido a que en esta lucha se privilegia el deseo de que se imponga lo que se quiere que ocurra —o, al menos, parezca que ocurre— antes que acercarse a la verdad
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.