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Chile: medio siglo después…, por Ramiro Escobar

“Pero aun si Pinochet hubiera tenido el, digamos, ‘mérito’ de liberalizar la economía, es abiertamente inmoral asumir que el costo de eso tiene que ser tanta crueldad”.

(*) Profesor PUCP y UPC.

Hace poco más de 13 años, en enero del 2010, me encontraba en Santiago de Chile cubriendo para La República la segunda vuelta entre Eduardo Frei y Sebastián Piñera. El día 17 por la noche, cuando ya se celebraba el triunfo de Piñera en un lustroso hotel de Santiago, yo iba en busca del último tren del Metro cuando escuché en un parque este cántico:

— ¡General Pinochet, este triunfo es de usted!

Los hinchas del generalísimo, bombo en mano, eran jóvenes y confirmaban lo que Piñera, haciendo notables contorsiones, trató de negar en la campaña: que, al fin de cuentas, la derecha chilena no podía despegarse de la tradición, o el aura pinochetista. Hasta ahora, por lo general, no pueden hacerlo; siempre se le sale por algún lado del verbo, el discurso, la explicación.

Augusto Pinochet Ugarte fue un tirano, que por no pocos chilenos fue visto como un benefactor. Hace 50 años, un tormentoso 11 de setiembre, perpetró un sangriento golpe de Estado, con aviones de guerra incluidos sobre el Palacio de la Moneda y otros lugares, contra el presidente Salvador Allende. En los 17 años siguientes, mantuvo una dictadura férrea, cruel y eficaz.

Que el Gobierno de Allende se encontrara en un momento caótico, debido a sus crasos errores y rencillas internas, no justifica ese zarpazo. Y eso es lo que, medio siglo después, gran parte de la derecha chilena e incluso los devotos locales del dictador, no entienden: no hay nada que, por ‘inevitable’ que parezca, se puede hacer desapareciendo o asesinando a más de 3 mil personas.

Es lo que establecieron las autoridades chilenas en el 2011, en un informe entregado a Piñera, en el cual estiman en 40 mil las víctimas (entre ellos decenas de miles de torturados). Frente a este recuento del espanto, hay quienes aún levantan como bandera que Pinochet levantó la economía e ‘hizo de Chile lo que es’. Bueno, cuando terminó su Gobierno la pobreza era del 40%.

En 1982 los salarios se desplomaron y el desempleo se disparó hasta un 20%, según explicó en el 2018 la revista norteamericana The New Republic. Imagino que hay quienes no lo querrán aceptar, pero hemos vivido mucho tiempo creyendo en ese mito económico, cuando lo evidente es que las cifras de la ‘bonanza’ chilena llegaron más bien en los tiempos democráticos.

Pero aun si Pinochet hubiera tenido el, digamos, ‘mérito’ de liberalizar la economía, es abiertamente inmoral asumir que el costo de eso tiene que ser tanta crueldad. Hoy que Chile anda metido en otros tumultos, donde el ánima del dictador sigue flotando y la ultraderecha que lo reivindica crece, habría que recordar que un país no se puede reconstruir regándolo de cadáveres.

Esa noche del 2010, mientras se seguían lanzando loas al general, me acordé de dos familias de exiliados chilenos que vivían amontonados en una casa limeña. Los niños no tenían padres a la vista, pero sí muchas ganas de vivir a pesar del dolor que se leía en sus ojos.

Ramiro Escobar

Meditamundo

Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.