Han pasado dos semanas desde que España ganó a Inglaterra en la final de la Copa Mundial Femenina de la FIFA y el escándalo por el beso de Luis Rubiales a la futbolista Jenni Hermoso no ha parado de crecer. Además de empañar este triunfo histórico, los medios de todo el mundo han puesto los reflectores sobre el episodio, condenando unánimemente al presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).
El comportamiento de Rubiales durante los festejos fue penoso. Comenzó cuando, terminado el partido, se cogió eufórico los genitales desde el palco oficial, que compartía con la reina Letizia, la infanta Sofía o el presidente de la FIFA (mientras, según ha contado, gritaba “olé tus huevos” al seleccionador Jorge Vilda). Una vez en el campo, cargó a la jugadora Athenea del Castillo y desfiló llevándola en hombros. Luego, vino el beso a Hermoso.
¿Por qué, en lugar de reconocer la falta y dimitir, Rubiales ha decidido atrincherarse, recurrir al victimismo y alargar una agonía, con episodios como la huelga de hambre de su madre en una iglesia?
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Una posibilidad es que realmente crea en su inocencia, siga sin comprender las razones del escándalo que lo rodea y no haya entendido un principio elemental: no importan las apariencias ni las interpretaciones ajenas, la única persona que define un caso de abuso es la propia víctima.
La otra resulta más persuasiva y emparienta al presidente de la RFEF con los congresistas peruanos, quienes también se han aferrado a sus puestos, impidiendo un adelanto de elecciones y una salida democrática a la grave crisis que atraviesa nuestro país. ¿En qué otras circunstancias podría alguien como Rubiales ganar 675.761 euros brutos al año, más una ayuda para vivienda de 3.000 euros, auto oficial e innumerables privilegios? ¿Desde qué otro cargo podría emprender negociaciones como el traslado de la Supercopa de España a Arabia Saudí, actualmente investigado por la justicia de su país?
Resulta evidente el cambio que se ha vivido en el fútbol femenino que, de ser menospreciado y víctima del prejuicio, ha crecido vertiginosamente, hasta convertirse en un fenómeno global, además de un espacio de reivindicación y transformación social. En el Perú, la final de la Liga Femenina entre Alianza Lima y Universitario (cuya vuelta es esta tarde) ha llenado el estadio de Matute y llenará el Monumental de Ate y, a lo largo del campeonato, el canal que lo transmite —Nativa1— ha registrado una audiencia total de siete millones de personas, combinando consumidores digitales y televisivos.
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Al recibir el premio a la mejor jugadora de la UEFA, la extraordinaria mediocampista catalana Aitana Bonmatí dijo: “Como sociedad, no debemos permitir que haya abuso de poder en una relación laboral y faltas de respeto”. Ese es el camino que estamos transitando irreversiblemente, que dejará a los Rubiales del mundo en el pasado.
(1) El autor de esta nota es director de contenidos de Nativa.
Raúl Tola. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.