Pongamos que hablo de Piura, por Pedro Castro Balmaceda

"Es imposible poder percibir y palpar la realidad desde la comodidad de una butaca ergonómica en una amplia oficina con aire acondicionado y café pasado servido por los mayordomos de Palacio de Gobierno."

En su canción Pongamos que hablo de Madrid, Joaquín Sabina describe una historia de amor y de odio hacia una ciudad que considera invivible, pero insustituible. Y es así como se siente, en estos momentos, vivir en la calidez de Piura; una ciudad que tiene de todo para ser un boyante paraíso norteño, pero adolece de mucho para poder salir adelante, sobre todo de políticos honestos, capaces y comprometidos.

Hagamos un simple recorderis y vayamos al legado de Servando García: unas defensas ribereñas que siguen hundiéndose en el, momentáneamente, apacible y colmatado río Piura, mientras tanto, el actual Gobierno regional se mira el ombligo esperando que Lima solucione las catastróficas, deplorables y penosas obras del exgobernador y del exalcalde. Tal vez las peores autoridades electas en nuestra historia política: García y Díaz Dios.

Hace algunas semanas le hicimos la gentil invitación a la presidente Boluarte para que se mude, por algunas semanas, a Piura; para que tenga una experiencia sensorial, doméstica y salvaje de lo que es sobrevivir en una región en caída libre, ad portas de un FEN y sin que nadie mida las consecuencias, realmente, de la catástrofe que se avecina. Si unas simples lluvias de verano desnudaron las procaces obras con tufillo de corrupción, dejando a la ciudad inundada, colmatada, anegada y sin esperanzas. Un fenómeno El Niño podría desaparecernos del mapa e involucionar a Piura en una polvorienta aldea sitiada por desagües, plagas y hambruna. Mientras tanto, no se ven obras de impacto, no hay una descolmatación en ciernes, las defensas ribereñas se resquebrajan como galletas de soda, además del mortal dengue tenemos casos de Guillain-Barré, y la mosca de la fruta y el clima están perjudicando severamente la agroexportación.

Es imposible poder percibir y palpar la realidad desde la comodidad de una butaca ergonómica en una amplia oficina con aire acondicionado y café pasado servido por los mayordomos de Palacio de Gobierno. Fingiendo gobernar como si el Perú fuese un juego de Monopolio. Un gobernante debe estar donde la crisis amerita, donde la población agoniza, donde es necesario un líder visible que encienda una luz de esperanza. Desde la capital cualquiera, hasta una Inteligencia Artificial (IA) —tan de moda hoy en día— podría gobernarnos y tal vez pueda hacerlo mejor, sin necesidad de rodearse de infames personajes y frivolidad política.

Pedro Castro Balmaceda

Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.