Los patrones de alimentación alrededor del mundo están cada vez más dominados por productos ultraprocesados. Si bien la evidencia sobre la relación entre estos alimentos y el desarrollo de cáncer y mortalidad era limitada hasta el 2022, en enero de este año se publicaron los resultados de un estudio liderado por el Imperial College de Reino Unido que exploró la asociación entre el consumo de este tipo de alimentos y 34 tipos específicos de cáncer.
El estudio hizo un seguimiento de la alimentación diaria de casi 200.000 individuos (54% mujeres) entre el 2009 y el 2012, y monitoreó su salud hasta enero del 2021. En los más de 10 años del estudio, 15.921 individuos desarrollaron cáncer y 4.000 fallecieron por causas asociadas a esta enfermedad.
Pero, ¿qué son y cómo identificamos este tipo de productos? Su nombre proviene de una clasificación basada en el grado de procesamiento industrial al que estos alimentos han sido sometidos. Usualmente, estos incluyen ingredientes y aditivos como conservantes, edulcorantes o potenciadores de color.
Los helados, gaseosas, bebidas energizantes, snacks, sopas instantáneas, yogures saborizados, jugos artificiales, salchichas y cereales son solo algunos ejemplos. Como consumidores, hoy tenemos acceso a la lista de ingredientes en los paquetes y los octógonos nos advierten sobre grasas, azúcares y sodio en un producto, pero si no ponemos esta información en contexto, su potencial para influir en la forma en cómo decidimos sobre
nuestra dieta puede verse limitada.
Aplicativos móviles que permitan obtener información sobre los riesgos y beneficios de un producto usando, por ejemplo, códigos QR debería ser un siguiente paso en la forma en cómo nos informamos para decidir.
La industria de alimentos ha evolucionado tanto gracias a la tecnología; la calidad, pertinencia y conveniencia de la información a la que accedemos también debería hacerlo si queremos poner a nuestra salud primero
Investigadora en el Science Policy Research Unit de la Universidad de Sussex. Maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Glasgow y es licenciada en Ciencia Política por la PUCP. Su trabajo de investigación gira en torno al rol de la tecnología y la innovación en procesos de transformación sustentables e inclusivos.