Opinión

El daño de la incertidumbre

“No podemos dedicarnos a tomar benzodiazepinas en masa. Lo que sí podemos y debemos hacer es ir más allá de la denuncia. No hay mejor ansiolítico que la defensa organizada de nuestros derechos”.

Bruce
Bruce

Por: Jorge Bruce

La mayoría de peruanos estamos experimentando una suerte de trastorno de ansiedad generalizado. No pretendo minimizar o relativizar el cuadro clínico con ese nombre y sus características específicas. Pero es evidente que, desde la pandemia, nuestra capacidad de prever el futuro que viviremos se ha ido volviendo cada vez más exigua. No es ajeno a este dato angustiante el hecho de que hayamos tenido siete presidentes en siete años. Esta perfecta simetría es un elocuente síntoma del progresivo deterioro de nuestra democracia.

Alberto Vergara y Rodrigo Barnechea han publicado un estupendo artículo en el Journal of Democracy de la Universidad Johns Hopkins: Perú: The danger of powerless democracy (Perú: el peligro de una democracia desempoderada). En el texto recurren al concepto de “democratic hollowing” (vaciamiento democrático).

Es decir, lo contrario de la concentración autoritaria a lo Alberto Fujimori. Nadie nos representa y los políticos lo saben. Por eso evitan exponerse al público y confían en que cualquier protesta será violentamente reprimida, lo que ha causado la muerte de unas sesenta personas en las últimas semanas, sin que nadie se haga responsable.

Esta respuesta indolente y tanática erosiona aún más el tenue vínculo entre la población y los representantes. Crece la sensación de desamparo y la violencia callejera. Puesto que nadie está al mando, abundan los gestos vacíos como esa imagen de la presidenta Boluarte fingiendo que da instrucciones desde un helicóptero en la región devastada de Piura, sin notar que en la foto se observan sus auriculares desenchufados.

Al alcalde de Lima no se le ocurre otra medida contra la delincuencia creciente que prohibir el trabajo de los limpiaparabrisas callejeros. El Congreso está empeñado en una frenética carrera para copar las instituciones claves, mientras promulgan leyes que recortan derechos elementales como el aborto terapéutico. Sorprendentemente, la fiscalía interviene las propiedades de Joaquín Ramírez, personaje ligado al fujimorismo y en particular a su lideresa. ¿Será otro indicador de la fragmentación de poderes?

No lo sabemos. Nada es claro en el panorama y eso nos coloca en una situación de zozobra e inestabilidad. Las grotescas maniobras de copamiento de la Sunedu subrayan la impunidad con la que reptan políticos (¿lo son?) rapaces y desvergonzados. No podemos dedicarnos a tomar benzodiazepinas en masa. Lo que sí podemos y debemos hacer es ir más allá de la denuncia. No hay mejor ansiolítico que la defensa organizada de nuestros derechos.