Por: Diego García Sayán
Podría ser este un caso del “nadie sabe para quién trabaja”. O, simplemente, la señal pública –por la crisis en Ucrania– de la aceleración de la reconfiguración de las relaciones financieras internacionales. Y, con ello, el dólar estadounidense en el escenario global, con poder omnímodo por casi un siglo.
Uno de los asuntos que menos ha resonado de la visita de Xi Jinping a Putin la semana pasada –en la que la atención se centró en lo de Ucrania– fue la decisión conjunta de promover el uso del yuan –la moneda china– en las transacciones comerciales y financieras internacionales. De hecho eso ya venía ocurriendo, pero con un énfasis especial por el aumento del comercio entre los dos países a partir de las sanciones occidentales a Rusia luego de la invasión a Ucrania.
Uno de los efectos de las sanciones ha sido el reforzamiento de las interacciones económicas entre Rusia y China. Un año después, entre otras razones por eso, las sanciones distan de haber sido fulminantes en las relaciones comerciales de Rusia. Por el contrario, se pusieron en la agenda de los objetivos concretos dos asuntos en torno al comercio y las relaciones financieras internacionales que van más allá de las relaciones China/Rusia.
De un lado, el fortalecimiento de relaciones económicas y comerciales de países muy relevantes moviéndose por fuera de las sanciones internacionales y del paraguas “occidental”. Lo que se apuntaba ocurriría gradualmente a lo largo de los siguientes lustros, avanzó a saltos en el último año y está resultando en el fortalecimiento y dinamización de espacios importantes fuera de lo “occidental”.
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El comercio entre Rusia y China, no solo se ha duplicado en la última década. Además, ha puesto sobre el tapete el 2022 su repercusión estratégica. Por ejemplo, aumentó en 50% el aprovisionamiento de gas a China a través del gasoducto transiberiano reforzándose una interacción binacional sobre algo tan crucial como la energía. Las sanciones internacionales, además, han fortalecido la tendencia a que se use actualmente el yuan o el rublo en 2/3 del comercio entre los dos países.
Se puede llegar a hablar ya de un “bloque” conformado no solo por Rusia y China sino que a él se añadiría la India como gran comprador de recursos energéticos. Circuito comercial y financiero entre tres países, dinamizado grandemente el último año, que involucra nada menos que al 38% de la población mundial. China, por su lado, aportará –según el FMI– 1/3 del crecimiento económico mundial el 2023.
Por otro lado, el uso y la relevancia del yuan han dado un salto no previsto en el último año. Eso dentro de una tendencia ascendente que venía de tiempo atrás poniendo en cuestión el monopolio del dólar. De hecho en los últimos 20 años aumentó el peso del yuan en las reservas de los bancos centrales. El dólar estadounidense bajó de ser el 70% de las reservas en la banca central hace veinte años, a 60% en la actualidad dentro de una tendencia claramente descendente.
Estos son datos muy relevantes en un orden mundial en acelerada evolución, incluyendo el marco de reconfiguración de reglas, prioridades y alianzas. Declive que se aceleraría si el dólar dejase de ser la divisa prevaleciente para las transacciones sobre el petróleo.
Declaraciones de varios gobernantes expresan, explícita y coincidentemente, su voluntad de apartarse del dólar: el gobernante de facto de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salmán; el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, y el de la India, Narendra Modi.
Si después de varias décadas continúa el debilitamiento del peso abrumador del dólar estadounidense, ese es y será un dato de la realidad que será crucial para el mundo. Más si se ven decisiones políticas de actores relevantes que apuntan a que así sea.
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Esto es relevante, en general, pero en particular para países como el Perú, que tiene en la China no solo el principal destino de sus exportaciones sino una de las principales fuentes de inversión extranjera.
Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.