Música nacional emergente, por Augusto Álvarez Rodrich

El nuevo ritmo de la noche (y del día) que desea el Congreso.

Entre todos los proyectos de este Congreso para recortar la libertad de expresión —que no son pocos—, el del congresista Alex Flores, de Perú Libre, es el mamarracho mayor.

No por ello, sin embargo, deja de ser peligroso pues ha sido votado favorablemente en dos comisiones —transportes y comunicaciones, y cultura y patrimonio cultural— por amplia mayoría y por parlamentarios de todas las tendencias políticas —Perú Libre, Perú Bicentenario, Bloque Magisterial, Perú Democrático, Fuerza Popular, Renovación, Avanza País, AP y APP—, por lo que podría ser aprobado en el pleno.

El proyecto propone obligar a que los canales de televisión y las radios a que el 40% de su emisión diaria —casi 10 horas— se ocupe de producción nacional como folclor, música nacional y series o programas relacionados con la historia, literatura, cultura o realidad nacional. El incumplimiento implicaría la cancelación de la licencia.

De este contenido deseado, la mitad debe dedicarse, según el proyecto, a ‘música nacional emergente’, género que el autor de este esperpento debería definir mejor, al igual que las otras categorías que son bastante imprecisas.

La verdad es que, con el camuflaje de la promoción de la cultura nacional, este proyecto de marras pretende, de manera indebida, controlar a empresas privadas que, obviamente, siempre pueden ser reguladas, pero no con la arbitrariedad de este planteamiento, y que, por tratarse muchas de ellas de medios de comunicación, implica una amenaza a la libertad de expresión.

Por supuesto que la cultura nacional debe ser promovida, lo cual pasa, entre otras cosas, por una definición y establecimiento de una verdadera televisión y radio públicas en el país.

Pero no se puede promover la cultura de una manera tan burda como lo propone este proyecto, que, en realidad, se pretende usar como biombo para esconder el objetivo de limitar el trabajo del periodismo, tarea en la que este congreso mediocre y corrupto está comprometido desde hace tiempo por la idea absurda de que el mundo sería más feliz si no hubiera periodistas.

Sería más feliz para ellos, que son una banda de sinvergüenzas, lo que explica por qué arman torpedos contra la libertad de expresión como este.

Augusto Álvarez Rodrich.

Claro y directo

Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.