Terrucos de verdad, por Maritza Espinoza
“SL jamás se relacionó con otros movimientos de izquierda. Era un partido autista...”.

Por: Maritza Espinoza
Ahora que el terruqueo es casi una política de gobierno, es útil distinguir un verdadero terrorista de un vándalo –ese que se infiltra en las movilizaciones para sembrar violencia– y, para eso, basta recordar lo que fue Sendero Luminoso, el grupo terrorista más sanguinario de la historia.
1.SL preparó su llegada al poder en los 70, reclutando militantes entre campesinos y universitarios. No se interesó en luchar contra la dictadura militar. Las causas populares le eran indiferentes.
2.SL buscaba llegar al poder por las armas y para eso inició una “guerra popular” diseñada por su fundador, líder y mesías Abimael Guzmán Reinoso (alias la Cuarta Espada o Presidente Gonzalo), autor del ideario único, sin fisuras, del partido.
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3.SL contaba con un ejército propio que se financiaba con robos de armas a las fuerzas del orden, aportes de militantes y dinero “confiscado” a las actividades ilegales, cuyos cabecillas solían ser eliminados.
4.SL jamás se relacionó con otros movimientos de izquierda. Era un partido autista que despreciaba a la izquierda “revisionista” y a la “democracia burguesa”. De hecho, asesinó o mutiló campesinos por el solo delito de ir a votar. Por eso, imaginar a SL pidiendo una nueva constitución es absurdo.
5.Tras el ILA (inicio de la lucha armada, que se anuncia en Chuschi con los célebres perros muertos alusivos a Deng Xiaoping), SL comenzó a asesinar, por igual, a dirigentes populares, líderes de izquierda y autoridades.
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6.SL no se manejaba en turbas vandálicas. Sus atentados eran largamente planificados y ejecutados, siempre con un fin estratégico. Las demandas populares le eran no solo ajenas, sino repudiables, en tanto desenfocaban al “pueblo” del principal objetivo de su líder: alcanzar el poder.
Y esas son solo algunas diferencias con las movilizaciones de hoy. Por eso, el terruqueo solo puede deberse a dos razones: ignorancia supina o deliberado uso del término para justificar la represión violenta de quien protesta.






