Equivalencia dañina, por Lucia Solis
No se puede igualar el terruqueo con otra forma de señalar a quienes llaman ‘excesos’ a los asesinatos de civiles.

Sorprenden las declaraciones que hizo Francisco Sagasti en una entrevista a David Pereda para La República en donde dijo que ‘’hay tanto terruqueo como neoliberaluqueo’'a propósito de la represión policial y militar que vive el país con el Gobierno de Dina Boluarte. Este último término, al parecer acuñado por el expresidente, sería una etiqueta más que ‘’no lleva a nada’'. Como si fuera lo mismo ser acusado de terrorrista que ser llamado neoliberal.
En respuesta a estas aseveraciones, en redes sociales se advirtió sobre el peligro de la llamada equidistancia. Es decir, enfrentar dos partes supuestamente equivalentes y mantenerse en el medio. Pero, como dijo el periodista Pascual Serrano: ‘’en ningún lugar está escrito que la verdad esté en el medio de dos versiones contradictorias cuando de hechos informativos se trata’'.
No se puede igualar el terruqueo con otra forma de señalar a quienes llaman ‘excesos’ a los asesinatos de civiles o a los que priorizan la economía (que solo les beneficia a ellos) por encima de las demandas sociales. El terruqueo estigmatiza, detiene arbitrariamente, apresa, confisca libros (sí, todavía) y, en un nivel extremo, mata a ciudadanas y ciudadanos por ejercer su derecho a la libre protesta. Todo esto ya sucedió y sucede ahora.
Si realmente existe una equivalencia, en la supuesta orilla frente al terruqueo, ¿qué y quiénes hay? ¿Acaso algo de lo anterior? O es que, más bien, están los especialistas de siempre que defienden la posición oficial en cada programa de televisión, hay marchas con policías que les escoltan sin el más mínimo atisbo de violencia, cuentan con un congreso repudiado pero cómplice y, sobre todo, con el privilegio de poder ser tratadas y tratados como ciudadanos.
Puede que esta sea la diferencia más importante y dolorosa. Quienes protestan son azuzadores, terroristas o aprendices de terroristas, vándalos, insurgentes, pobladores (usado peyorativamente, claro), pero no ciudadanos. No se entiende, o no se quiere entender, que son personas, peruanas y peruanos hartos de un sistema diseñado (Constitución mediante) para dejarles siempre abajo.
Posicionar al terruqueo a la misma distancia que ese supuesto ‘’neoliberaluqueo’' no solo choca con la calma que pide Sagasti, sino que valida la violencia, maquilla el racismo y el clasismo, y coloca la cuestionable idea de la neutralidad por encima de reclamos legítimos y urgentes.



