Profesor UARM
Lo primero que quiero decir en este breve espacio que me acoge, y en el que procuro poner en la cancha algunos temas que creo relevantes, es algo que me deja impresionado y desolado: en el Perú, la COP27 —la Cumbre del Clima que acaba de comenzar en Egipto— prácticamente no importa, no existe, no se debate, no genera marchas ni discursos encendidos o apagados.
Es como si en esta aldea, tan rica en biodiversidad y sobre la que cacareamos tanto por su rica comida, lo que le pase al planeta, a nuestros recursos, a los insumos de nuestra cocina incluso, es prescindible. No merece ni un aperitivo en el almuerzo dominguero y menos en escenarios tan calentados políticamente como el Congreso, el Ejecutivo, el Poder Judicial o la propia calle.
¿Alguien en medio del incendio político que nos hunde le ha reclamado al mandatario por una política ambiental más responsable? No, o al menos no se escucha mucho. Más vale preservar el nicho ecológico de una curul o volver al presidente biodegradable. A pesar de que, cuando el clima nos alcance, podemos sufrir más heladas, sequías, inundaciones, incendios forestales.
América Latina no es una de las regiones que más gases de efecto invernadero (GEI, esos que agravan el calentamiento anormal de la Tierra) emiten, pero sí es una de las que más pueden sufrir. El acelerado derretimiento glaciar, por ejemplo, que ya se puede ver con angustia en Huaraz o en el Cusco (o en Quito y La Paz), es algo que puede aumentar severamente el estrés hídrico. En el mapa de la Iniciativa de Adaptación Global de Notre Dame (ND-GAIN, hecho por la universidad del mismo nombre en EE. UU.), que mide la vulnerabilidad de los países frente al cambio climático, aparecen en rojo alarmante varios estados africanos, como Somalia y Sudán. Y en un rojo menos intenso, y escasamente esperanzador, se distingue a Bolivia, Ecuador, Haití.
En un ocre nada auspicioso aparece el Perú. Hace unos años el Tyndall Centre, otra institución que explora el fenómeno, nos puso entre los tres países más vulnerables del mundo, junto con Bangladesh y Honduras. Por donde se le mire, el riesgo es altísimo y, sin embargo, acá no escuchamos voces de liderazgo sobre este tema. Ni los ‘nadies’ ni los de siempre lo tocan.
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Resulta asombroso, cuando no desesperante, porque para varios de los gobiernos ‘progresistas’ recién elegidos, como el de Gabriel Boric en Chile y el de Gustavo Petro en Colombia, este sí es un asunto crucial. Petro está en Sharm el Sheij, el balneario egipcio que acoge a la Cumbre, y ha hablado clarísimo. “La COP ya no da respuestas y el tiempo se agotó”, ha sentenciado.
Si alguien aún buscaba diferencias entre el Gobierno peruano y los otros de la supuesta “ola roja” (más bien verde, diría yo), esta es una, clamorosa. Me consta que en el Minam hay funcionarios que se juegan a fondo por esta causa. Pero en el debate político menudo, asfixiante, esta guerra contra el clima, esta lucha por vacar el calentamiento global sobra, no despierta casi a nadie.
Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.