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Una clase política en el lodazal

“Basta con analizar el origen de nuestra clase política actual, la situación calamitosa del sistema de partidos políticos de la que nace”.

La última semana hemos sido testigos, nuevamente, de la alarmante despreocupación de nuestra clase política por el momento que atravesamos y de su nula capacidad para hacer una lectura mínimamente seria y responsable de a dónde hemos llegado de su mano y de la ausencia de condiciones para la gobernabilidad del país.

La situación de “contrapeso perverso” entre Ejecutivo y Legislativo, sus decisiones marcadas por sus agendas clientelistas, antiderechos, de debilitamiento institucional, de abandono de la integridad pública y de afectación a nuestra democracia han dado lugar a un escenario que facilita su supervivencia, en el entendido que “uno no es mejor que el otro”, sin importar el costo que esto tenga para el país y para el bienestar ciudadano.

Poco o nada parece importarles cuanto esta situación abona aún más a su descrédito y desaprobación, menos como sus decisiones repercuten dramáticamente y nos conducen a una terrible crisis institucional.

Basta con analizar el origen de nuestra clase política actual, la situación calamitosa del sistema de partidos políticos de la que nace; el sistema electoral que normó su elección, pendiente de ajustes que mejoren la calidad de nuestra representación y la adecenten; y el sabotaje que todo intento de reforma política de impacto ha tenido de su parte, para entender que emerge de un lodazal de hechos probados, denuncias, cuestionamientos y descrédito que los antecedieron y que permanecen, con los que conviven sin ninguna incomodidad, y a los que se han asimilado y aportan activamente, añadiendo nuevos hechos, denuncias, etc., que nos muestran el terrible hoyo de lodo en el que hemos caído.

Un Legislativo que tiene entre sus filas, sin ninguna sanción y en pleno ejercicio de funciones, a un denunciado por violación sexual nos habla de su nula capacidad para reaccionar e indignarse en un contexto en el que los cuestionamientos y denuncias son varias, al punto de relativizar su terrible gravedad. Y un Ejecutivo sobre cuyo jefe y antiguo círculo cercano pesan serias denuncias vinculadas a hechos de corrupción, y que, lejos de rendir cuentas a la ciudadanía, insiste en una conducta de evasión y victimización que nos habla de su inexistente urgencia por esclarecer los hechos y probar su integridad.

Uno que niega, sin ningún argumento de asidero, una autorización de viaje protocolar como una suerte de penalización y el otro que anuncia, fallidamente, la conformación de un gabinete de ancha base e insiste en el rumbo errado, son evidencia del lodazal de intereses, mezquindades y egos en el que coexisten.

Está claro que la solución al entrampamiento en el que nos encontramos no emergerá de ese lodo, sino que deberá hacerlo del diálogo y el consenso de la sociedad civil organizada y la ciudadanía haciendo suyo el ejercicio de la política. Tampoco dejemos de recordar y creer que cuadros políticos decentes han sido y son posibles, soy testigo de excepción de uno de ellos, personas con real vocación de servicio, intachables, solventes, íntegras, con amor por el país, con ganas de aportar y con la certeza de que no hay mayor legado que una trayectoria impecable y un apellido limpio.

La República

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