Ante la crisis actual desatada por la filtración del testimonio de la lobista y aspirante a colaboradora eficaz Karelim López, que involucraría al presidente Pedro Castillo y varios de sus colaboradores cercanos en hechos graves de corrupción, la oposición ve con deleite la posibilidad de que, ahora sí, habría materia suficiente para vacar al mandatario, al que nunca querían, al que buscaban vacar desde el momento que asumió el cargo.
Por su parte, los defensores del presidente niegan las acusaciones de corrupción y se arropan en la necesidad de defender el Estado de derecho. El mismo presidente ha llamado invocar a la carta democrática ante lo que considera un intento golpista, sin clarificar sobre las graves acusaciones contra él y sus colaboradores más cercanos.
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Los peruanos y las peruanas de pie miran a ambos lados con incredulidad. No saben qué creer, pero sí saben una cosa: ni el Ejecutivo ni el Congreso están a las alturas de las circunstancias. Eso se ve claramente en una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), realizada antes de las revelaciones de Karelim López, donde la mayoría —el 48% de los encuestados— afirma que quiere que haya nuevas elecciones generales. El 4% quiere que se vaya el presidente solo y que se mantenga el Congreso actual; 38% quiere que Castillo se mantenga como presidente.
O sea, que se vayan todos, tanto el Ejecutivo como el Congreso, para comenzar de nuevo.
En la misma encuesta, sale a luz la reprobación total del Congreso: 82% de los encuestados. El 36% afirma que a los congresistas “no les interesa la gente, solo piensan en ellos”. La presidenta del Congreso, María del Carmen Alva, es rechazada por el 73%.
Castillo no sale mejor. Solo el 28% aprueba su gestión, por razones esgrimidas por Cecilia Méndez en su columna ayer. El 58% piensa que Castillo se preocupa poco o nada por los que menos tienen. Como dijo Avelino Guillén, el exministro del Interior que Castillo dejó renunciar en vez de enfrentarse a las mafias, en una entrevista reciente: “Se llena la boca invocando al pueblo… [pero] no tiene el más mínimo respeto por el pueblo”.
Mientras tanto, el país sigue padeciendo los efectos de la pandemia. Con más de 200.000 muertos por COVID-19, Perú tiene la tasa de mortalidad más alta en el mundo. En 2021, la pobreza incrementó por diez puntos porcentuales comparado con 2020. Casi un tercio de la población —30,1%— no puede cubrir sus necesidades básicas.
Ante la crisis actual, Castillo no parece dispuesto a renunciar. El Congreso no tendría los votos que necesita para vacar al presidente. Podrían intentar promover un proceso de destitución, pero lo más probable es que el impasse desde que entró Castillo al Palacio de Gobierno continúe.
Mientras tanto, crece el vacío de poder y la inquietud de los y las peruanos(as), agobiados por la pandemia y por una economía neoliberal que tampoco les toma en cuenta.
Doctora en ciencia política por Columbia University. Profesora en George Mason University y Asesora Principal de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), investiga sobre violencia política, autoritarismo, derechos humanos, y justicia transicional en América Latina.