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La gran mentira, igual acá y allá

“Al igual que en EE. UU., la derecha y un sector importante del empresariado han priorizado sus intereses particulares sobre las reglas del juego democrático”.

Cuando Keiko Fujimori se dio cuenta de que había perdido, por tercera vez consecutiva, las elecciones presidenciales de 2021, alegó que hubo fraude. Siguió la misma estrategia que Donald Trump, quien hasta ahora —a más de un año de las elecciones de noviembre de 2020— mantiene que hubo fraude y que él, no Joe Biden, había ganado la presidencia.

No hay evidencia de fraude electoral, ni en un caso ni en el otro. En Perú, el Ministerio Público informó al Jurado Nacional de Elecciones que había archivado las denuncias por presunta falsificación de firmas de miembros de mesa en las elecciones de 2021. En Estados Unidos, todas las acusaciones legales interpuestas por Trump fueron desechadas por las autoridades. Hasta que el reconteo en el estado de Arizona llevado a cabo por sus allegados dio a Biden como ganador. Eso debe haber cerrado el tema. Pero no ha sido así.

Si bien el 60% de la población cree que no hubo fraude, tres de cada cuatro republicanos creen que definitiva o probablemente la victoria electoral de Joe Biden no fue legítima. Contra toda la evidencia de lo contrario. “La gran mentira” sigue tan viva en Estados Unidos ahora como hace un año, cuando, el 6 de enero de 2021, un grupo asaltó violentamente el Capitolio en un último intento de revertir el resultado de las elecciones. No solo eso: la mayoría de republicanos estaría más dispuesta a votar por candidatos para el Congreso en 2022 que cuestionan la victoria de Biden.

En el Perú, también sigue vivo el discurso de la gran mentira. Al igual que en EE. UU., la derecha y un sector importante del empresariado han priorizado sus intereses particulares sobre las reglas del juego democrático. Acusaron, sin ninguna evidencia, a 2.400 peruanos y peruanas de fraguar sus firmas. Fui testigo del intento absurdo de varios congresistas de derecha de viajar a Washington a pedir en la OEA que se revisen las elecciones. Jorge Montoya, que participó en este viaje, hoy lidera una comisión en el Congreso que pretende investigar el presunto fraude. Esta comisión debe ser cerrada y los responsables de la gran mentira deben pedir perdón, tal como exigió La República en su portada hace unos días. Estos políticos —y los medios de comunicación afines a ellos— no han dicho esta boca es mía hasta el día de hoy.

¿Puede la democracia sobrevivir cuando uno de los dos partidos principales, como en EE. UU., o un abanico de partidos, como en el Perú, opta por ganar a toda costa, sin respetar las reglas del juego democrático? En la ciencia política se refiere a eso como una oposición desleal, y abre el camino hacia una posible ruptura democrática. Si las y los ciudadanos de a pie no se levantan en su defensa, será difícil que la respuesta sea sí.

Jo-Marie Burt

Doctora en ciencia política por Columbia University. Profesora en George Mason University y Asesora Principal de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), investiga sobre violencia política, autoritarismo, derechos humanos, y justicia transicional en América Latina.