Ciudadanía digital

“Cuando uno piensa en lo digital la imagen que deberíamos de tener es la de una gran cantidad de personas juntas en un ‘espacio compartido’”.

En el Perú se ha empezado a popularizar el término ciudadanía digital para referirse a servicios públicos que se entregan a través de medios digitales. Ese es el sentido del término, que por ejemplo destaca Gonzalo Alegría, en una nota publicada en un diario local, para indicar que es necesario generar un set de servicios digitales –identidad digital, billetera electrónica, rastreo personal vía GPS, etc.– que le den contenido a nuestra ciudadanía en el mundo digital.

Resulta interesante que la noción de ciudadanía digital gane espacio en la agenda de algunos policy makers, aunque las aproximaciones planteadas sean incompletas.

En estricto, ser un ciudadano digital es algo más que poder acceder de manera inclusiva a servicios digitales. Porque en verdad el núcleo mismo de tal categoría nos refiere a un ámbito –el digital– con el que nos relacionamos en base a facultades –derechos– y obligaciones –deberes–.

Cuando pensamos en ciudadanos en el espacio digital, a veces se comete un error de concepto: lo digital no es una nube que anda dando vueltas, ni tampoco una progresión de ceros y unos. Cuando uno piensa en lo digital, la imagen que deberíamos de tener es la de una gran cantidad de personas juntas en un “espacio compartido”. Espacio compartido que además se construye en base a otros espacios públicos y privados digitales.

El entorno digital es ese gran espacio compartido del cual todos somos ciudadanos y lo que pase con él nos afecta a todos. Interactuamos ahí en base a derechos y obligaciones que es necesario conocer, pero mejor aún, reconocer.

Está muy bien que empecemos a hablar de la ciudadanía digital, pero hagámoslo conscientes de la dimensión política de dicha noción. Pues lo relevante de la condición tecnológica, radica en el poder que confiere respecto de los otros, más allá de si el Estado nos entrega o no servicios públicos digitales.