El gobierno de Cerrón y Castillo se empeña en convertir al Perú en un satélite de Bolivia. No sé ustedes, pero eso a mí me parece algo un poquito fuerte. La opción ignara, destemplada y precaria, que encarna el nacionalismo bruto y caótico de dicha dupla, es de terror.
Toda esta historia de “la renegociación del gas de Camisea” es el mejor ejemplo de que esta administración es un absoluto desastre. En la que, el primer ministro Guido Bellido, el chupe que le prende inciensos a Vladimir Cerrón, y, de paso, a Edith Lagos, no deja de sorprendernos.
Tengo mis críticas a las posiciones de izquierda radical, pero lo que tenemos ahora no es ni siquiera eso. Acá no hay ideología. Acá hay tan solo una estrambótica y estrafalaria pesadilla, de esas que solo se viven en el Perú.
Y vaya por delante que, en nuestros últimos cincuenta años de historia, hemos tenido muy malos gobiernos, como el primero de Alan García. Pero este, el de Castillo-Cerrón, en apenas dos meses, ya empieza a pisarle los talones. Y creo que no exagero. La payasada que Bellido protagonizó el domingo último con un tuit, y continuó con su histriónico rol de conserje, ya hizo que el dólar batiera su récord histórico y se disparara a 4.1, que no es moco de pavo.
Hemos vivido, incontables veces, climas de derrumbe institucional. Es parte de nuestro ADN, supongo. O una suerte de tatuaje carcelario que no podemos borrar ni con láser. Empero, si me preguntan, lo de ahora supera cualquier situación caótica anterior.
Porque a ver. Lo que están haciendo estos señores de Perú Libre es despedazar la economía como un bebito juega con un lego. Y en dosis homeopáticas.
Primero prometen que no van a expropiar, luego que van a confiscar. Por ahí sale otro ministro cantinflesco diciendo “hagamos las cosas bien”, sin especificar qué cosas. Por ahí sale Pedro Francke y reitera que no habrá estatizaciones.
Poco después aparece el bufón de Bellido haciendo de motorista de delivery, entregando cartas amenazadoras al recepcionista de Pluspetrol. Y así nos la pasamos, día tras día, desde que se inició este gobierno.
Nadie cuestiona, ciertamente, el planteamiento de la “renegociación”. Pero para ello hay formas que dicta el Estado de derecho, y hasta la cortesía. Sin embargo, para Bellido la única lógica es la lógica del vueltero. La del improvisado. La del político chicha. Y en el camino va haciendo polvo todo lo que toca. Ajustando las cosas a su demagogia idiota.
Ahora, a todo esto, ¿no era que teníamos un presidente? Pues sobre él nadie sabe dónde está o en qué anda. Su opinión poco importa, la verdad. Porque su palabra no vale nada.
Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.