¿Cuál es la estrategia que subyace bajo la denuncia de fraude en mesa que ha estrenado el fujimorismo en esta etapa de conteo de votos? Parece apuntar a que se cumpla la autoprofecía de los desmanes en las calles que se esfuerzan en provocar, sin evaluar los trágicos resultados que podrían desencadenarse.
Con gran irresponsabilidad, alientan la idea de fraude electoral cuando el conteo parcial de la ONPE no los favorece y marca una distancia de más de 90.000 votos a favor del candidato Pedro Castillo.
Pese a que falta contabilizar el 5% de las actas y resolver las impugnaciones, la señora Keiko Fujimori ha salido a denunciar intentos de fraude por parte del partido político contendor y sus reservas sobre los métodos de conteo de la ONPE, que no recogen —según su entender— votación que los beneficia.
No obstante, los observadores internacionales que supervisaron la marcha de las elecciones felicitaron a las autoridades electorales por su buena labor en el marco de la pandemia. Destacaron el profesionalismo y el cumplimiento de los estándares nacionales e internacionales del proceso.
El conteo avanza conforme lo establecido. La noche del domingo, los propios candidatos habían invocado a que, en un marco de transparencia y neutralidad, se cumpliera con el recuento durante el tiempo que fuera necesario. Hay impugnaciones, votos en el exterior, votos del interior que faltan contabilizar, y todo ello toma su tiempo.
Un país polarizado, dividido y enfrentado estaba recuperándose lentamente y acatando con paciencia el llamado a la calma que formularon ambos candidatos. Pocos conatos de protesta fueron controlados, sin llegar a mayores. Lamentablemente, por la noche se rompió la calma alcanzada. La piedra del fraude ha sido lanzada.
Es el momento de poner paños fríos a esta irresponsable y temeraria denuncia de la candidata Fujimori y sus dos vicepresidentes.
Apelemos al liderazgo sensato y meditado de líderes políticos y autoridades. Necesitamos tranquilizar las calles del interior del país, que bullen entre la desconfianza y el hartazgo, y apostar por un conteo de votos inobjetable.