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Llegó la cosa con plumas

Los carcamales de la ultraderecha peruana deben estar en un dilema sádico, de esos que esta pandemia ha creado una y otra vez.

En esta columna se ha citado antes el célebre verso de Emily Dickinson: “La esperanza es esa cosa con plumas”. Con el aterrizaje del avión que trajo de China las vacunas de Sinopharm algo tiene que moverse en el ánimo nacional. Así sean solo 300.000 dosis, hemos salido del páramo desolado y sin futuro. Sabemos que el proceso será complejo y el COVID-19 seguirá destruyendo vidas, proyectos, ilusiones. Pero la cosa con plumas se ha posado en nuestro territorio, finalmente.

El dolor no se detendrá. La angustia continuará. La depresión seguirá su marcha fría y paralizante. Las atroces desigualdades no desaparecerán. Las mezquindades de quienes intentan matar a la cosa con plumas, porque podría favorecer a sus enemigos políticos, van a arreciar. Esta envidia destructiva es peor que el virus. El hecho de que llegue el lote chino en plena campaña electoral le otorga una intensidad inusitada.

Pronto empezarán a circular fake news acerca de la calidad de esta vacuna. He visto un video circulando por WhatsApp, difundido por The Epoch Times. En ese material te “demuestran” que la vacuna posee 73 efectos colaterales adversos aterradores: presión alta, pérdida de la visión, diabetes, etcétera. Luego entras al portal del medio y adviertes que es cercano a Trump, odian a Biden y al Gobierno de la China.

Los carcamales de la ultraderecha peruana deben estar en un dilema sádico, de esos que esta pandemia ha creado una y otra vez. ¿Me vacuno con el producto chino o sigo con mi prédica neocolonial según la cual, como dijo el propio Neuhaus, solo confío en los productos occidentales? Sí, detrás del discurso sanitario está el geopolítico. Rusia y China están en plena pugna de poder con las potencias occidentales. Ambos países están utilizando sus vacunas para posicionarse mejor en el tablero global. En Argentina el titular de un diario describió a la Sputnik V como una vacuna “de la San Putin”.

Ese lote inicial tiene un impacto inconmensurable. Emily Dickinson nos cuenta sobre la cosa con plumas: “La he escuchado en la tierra más fría y en el mar más extraño; mas nunca en la inclemencia de mí ha pedido una sola migaja.”

Yo confío en su melodía sin palabras, como nos dice la escritora norteamericana, y en que no se detiene para nada. Hoy estamos mejor que ayer y mañana estaremos mejor que hoy. A poner el hombro.

La República

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