El último lunes 14, el Colegio Electoral ha confirmado la elección de Joe Biden como presidente de los Estados Unidos. Ello despierta un genuino alivio que merece saludarse sin reticencias ni remilgos.
Deja atrás un cuatrienio de horror en las relaciones de EE. UU. con el resto del planeta. Para los países del Sur de América, ha sido un tiempo que evoca lo más tenebroso de la Guerra Fría y a Theodor Roosevelt, el del infame “corolario” a la doctrina Monroe.
El último acto de la infeliz presidencia de Trump ha sido su resistencia para aceptar la derrota (mismo Keiko Fujimori). El penúltimo, la elección de Mauricio Claver-Carone como presidente del BID, contra reglas y acuerdos de la más elemental convivencia y con la complicidad de la mayoría de los gobiernos latinoamericanos.
El Perú se abstuvo; en opaco sigilo, cierto. Igual nos queda, del lustro que termina, el haber acogido la menos lúcida de las Cumbres de las Américas y la única sin el presidente de los EE. UU. Y el haber auspiciado un “Grupo de Lima”, cuyos resultados serán mejor evaluados con el tiempo, y en comparación con otras iniciativas regionales de nuestro país.
Con Biden, EE. UU. debe regresar a la Organización Mundial de la Salud, al Acuerdo de París y, en general, a instancias multilaterales que fueron despreciadas, con ostentación de arrogancia, por Trump.
La renuncia de Claver-Carone al BID sería un saludable anuncio de propósito de enmienda, pero es impensable que algún gobierno latinoamericano la demande. Tampoco es probable que Biden quiera tensar más sus ya tensas relaciones con los sectores duros republicanos. El que ha perdido con esto es el BID. Y quien ha ganado es China.
Aunque cambien las formas y aumenten los respetos, lo primordial para Biden seguirá siendo contener a China en todo el mundo. El abandono del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) fue un autogol para Washington.
La reciente firma de La Asociación Económica Integral Regional (RCEP), de lejos el mayor acuerdo multilateral del mundo, significa un fracaso mayor en la política de aislar a China. Un fracaso difícilmente superable.
Es simbólico que la RCEP se haya firmado justamente en Vietnam, un país arrasado por EE. UU. en una abusiva guerra que no pudo ganar. Como tampoco pudo ganar antes la de Corea; y luego otras más contra el sur y el oriente del mundo.
Vietnam era considerada la pieza del dominó que no podía caer. La historia de Vietnam es la historia de siglos de luchas contra invasiones extranjeras: de China, de Japón, de Francia, de EE. UU. Vietnam sin agresores, es hoy una economía floreciente en la región más dinámica de la tierra.
La sustitución de la hegemonía de Estados Unidos por un mundo de múltiples tableros avanza, apurada por la actual pandemia. Es natural que los EE. UU. se resistan a su desplazamiento.
Ocurrió antes con todas las potencias hegemónicas del mundo, desde Alejandro y Roma, hasta los grandes imperios europeos (español, portugués, francés, británico) de los últimos siglos. “Todo imperio perecerá” tituló su libro clásico de teoría de las relaciones internacionales, Jean Baptiste Duroselle, en 1981.
Así, tampoco hay que hacerse ilusiones con el triunfo de Biden. EE. UU. seguirá tratando de empujar a América Latina contra China. Y América Latina deberá resistirse a ser un peón en esta guerra ajena. Pero, al menos, con Biden debe haber un mayor respeto por el derecho internacional. Lo que, en estos tiempos, es bastante decir.
Washington Dc (United States), 12/12/2020.- A supporter of US President Donald J. Trump on Freedom Plaza to echo Trump's baseless claims of voter fraud in the US presidential election, in Washington, DC, USA, 12 December 2020. On 11 December, the high court rejected yet another legal challenge from the Trump campaign to overturn election results that went in favor of President-elect Joe Biden. (Estados Unidos, Basilea) EFE/EPA/WILL OLIVER
Rafael Roncagliolo. Autor de contenidos y de las últimas noticias del diario La República. Experiencia como redactor en varias temáticas y secciones sobre noticias de hoy en Perú y el mundo.