La semana pasada varios casos de violaciones colectivas encendieron las alarmas sobre el incremento de la violencia de género en nuestro país. Nuestro centralizado sistema de justicia no permite un correcto tratamiento de los casos o denuncias fuera de Lima, mientras que desde la capital muchos piensan que las mujeres tienen alguna “ventaja” frente a los hombres al denunciar. Nada más lejos de la realidad.
El más reciente caso de violencia ha tenido a un reconocido actor y profesor de teatro como protagonista. Que, haciendo uso de su poder y jerarquía como docente, les escribía a sus alumnas, algunas menores de edad, les pedía fotos y cosas que él mismo no ha negado. “Soy infiel, pendejo, mujeriego, pero no acosador”, ha sido la línea de su defensa, pero la irresponsabilidad emocional es un tema muy distinto al acoso que muchos leímos en las conversaciones publicadas en redes. Ojo (y es importante recalcar esto): el acoso sexual no tiene que ser reiterativo. Basta que existan insinuaciones de connotación sexual sin consentimiento, que resulten ofensivas, para que se configure el delito.
Y mientras que el denunciado sale en un set de televisión a su medida, con un entrevistador a su medida, las víctimas solo tienen acceso a las redes sociales, en medio del descrédito y los insultos de miles de cibernautas que las vuelven a inculpar bajo el mismo lema (que, en serio, aburre): “¿Para qué te expusiste? ¿Por qué le contestaste?”. Ninguno de esos comentarios busca ponerse en los zapatos de una alumna, siendo interpelada sexualmente por su profesor.
Sobre esto debemos empezar a generar conciencia. Las víctimas de cualquier forma de violencia jamás están en ventaja, todo lo contrario, demuestran gran valentía al denunciar y exponerse, puesto que la mayoría de agresores gozan de un status de poder (y económico incluso) jerárquico, superior. Más aún tomando en cuenta que no existe un solo perfil de agresor. Personajes de la televisión, figuras queridas y reconocidos maestros, buenos vecinos, esforzados trabajadores, cualquiera puede terminar siendo violento con su pareja, trabajadora o, en general, con las mujeres de su entorno.
Esta terrible coyuntura solo nos pide que tratemos estos casos con seriedad, con responsabilidad, sin lavados de cara, sin titulares burlones y revictimizantes. Acompañando estas denuncias de mujeres valientes como se acompaña cualquier otra denuncia periodística.
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