Los muertos solo existen si son memoria. No inventarios ni estadísticas. Un muerto es su nombre y su vida, siempre. Y en justicia, eso hace hoy la web Ojo Público con su especial: “Hasta que la vida nos separe. Un memorial para los fallecidos y deudos por la pandemia en el Perú”. Revísenlo, por favor. Periodismo excelso, que lo hay.
En estas horas de peste, miedo y vacío, nombrar un solo muerto ya es un acto de honor. En OP aparecen los muertos de uno, los hermanos, los amigos. Los policías y los médicos, los ambulantes y las cocineras. Muertos, incluso antes del COVID-19 en la atravesada combustión de inequidad e injusticia que nos devora.
¿Y para los deudos? La desolación y la amargura. El comprobar que la salud pública más la miseria cruel es lo real en un Perú que no es Suiza. En un país del libre mercado que no es un destino sino un castigo. En una patria que diseñó el fujimorismo para que tu vida sea el espejo del emprendedurismo, el egoísmo, el que solo vales tú, tu auto, tu celular, tu negocio y el resto, a la mierda.
Leer los testimonios de los familiares de los muertos en OP es encontrarnos también con la región más miserable y asimétrica del planeta. El lugar sin límites y donde desgraciadamente el brote C-19 tiene un desenfreno infernal. Así, decía Pavese que: “vendrá la muerte y tendrá tus ojos”. Y estos eran peruanos.“Leer los testimonios de los familiares de los muertos en OP es encontrarnos también con la región más miserable y asimétrica del planeta”.
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