En los últimos días se ha intensificado la discusión sobre las actividades educativas, especialmente luego del levantamiento de la cuarentena, a razón de las declaraciones del presidente Martín Vizcarra, sobre que el reinicio de las clases demorará, y la del premier Vicente Zeballos, que ha informado que las actividades con concentración de personas estarán suspendidas hasta diciembre.
Entre las soluciones ensayadas desde el inicio de la pandemia se tienen las clases virtuales para la mayoría de colegios privados y universidades privadas, y el Programa Aprendo en Casa del Ministerio de Educación y TV Perú.
La Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios ha propuesto suspender durante todo el año 2020 las clases presenciales en los colegios a nivel nacional, e instalar el mecanismo de las clases virtuales para los colegios públicos, invirtiendo en capacitar a docentes y mejorar el ancho de banda, aunque la propuesta no aborda el problema de los terminales, es decir, la recepción de las clases en computadoras, laptops, tabletas o celulares.
No debe descartarse por ahora ninguna medida, pero debe listarse los problemas que cada solución implica, considerando las diferencias estructurales entre la educación pública y privada, las habilidades en juego en cada nivel de educación (inicial, primaria, secundaria, no universitaria y universitaria) y la prestación del servicio entre las ciudades y el medio rural, sin olvidar el papel fundamental de los profesores y los padres.
En todas las variables se tiene cono central el problema de los recursos y el tiempo. La educación pública requiere, si no se da por cerrado el año educativo, de una potente inyección de capital y recurso humano para desarrollar las capacidades pedagógicas y de aprendizaje de los profesores y alumnos, respectivamente, además de las soluciones de hardware en corto tiempo.
En la educación privada el riesgo es la cesación de pagos. Sobre este tema, la Defensoría del Pueblo ha solicitado la apertura de una línea de crédito a bajo costo para colegios, institutos y universidades que han cumplido un mes sin ingresos para atender el pago de sus planillas y servicios. No debe olvidarse que en los centros privados acude más de un tercio de la población educativa.
Finalmente, no se debería olvidar que los estudiantes tienen una familia, cuya vida se ha visto alterada en planes y medios y que cualquier solución, hasta la más terminal, debería imaginar e integrar el papel de los padres y el entorno familiar como soporte económico y emocional de los estudiantes.