Una profesora me enseñó a amar el cine y los libros. Otra, a odiar el curso de química y especialmente a la molécula de carbono, sus enlaces y compuestos que jamás aprendí porque la miss le ponía esfuerzo a que memoricemos, en lugar de ayudarnos a entender. El ejemplo de ambas me ha sido útil. Sigo yendo al cine y leyendo gracias a la primera, mientras que de la segunda aprendí que cuando haces las cosas sin ganas, consigues cero fruto. En los últimos cuarenta días –el tiempo que lleva la huelga– los niños del Perú han aprendido de algunos de sus profesores que el fin justifica los medios. Los han visto prender llantas para bloquear carreteras (hay en eso física, química y medio ambiente). Han aprendido sobre ciudades y puntos turísticos de mayor interés, viendo a sus maestros bloquear las vías de ingreso a esos lugares. Aprendieron sobre respeto y valores viéndolos agarrarse a pedradas contra los policías. De lo que más aprendieron fue de límites y de cómo uno puede hacer con el otro lo que le da la real y regalada gana. Simplemente porque puede. Soy nieta e hija de profesoras, por eso entiendo las necesidades y demandas de los docentes. Le tengo, además, a muchos enorme respeto y agradecimiento. Lo que no entiendo ni aplaudo es la forma de hacer palanca contra el Estado, a costa de impedir que el país discurra. Del Estado se espera una mayor capacidad de diálogo, sin ceder al chantaje y priorizando el bienestar de los estudiantes. Aquí va un llamado a que los docentes y la ministra de educación den el ejemplo y enseñen cómo se soluciona un conflicto antes que quienes están en el medio –los niños– tengan que atrasarse un año en sus estudios porque los adultos no supieron resolver un problema. ❧ Soy nieta e hija de profesoras, por eso entiendo las necesidades y demandas de los docentes.